sábado, 27 de junio de 2009

La lucha continúa


En estos 40 años transcurridos desde la revuelta de Stonewall, la efeméride que marca la explosión del orgullo y la disidencia, la militancia argentina ha forjado algunos nombres ilustres, ha marcado sus hitos y sus logros, dio cabida a agrupaciones diversas, luchas internas, discusiones que aún no cesan y a una agenda con vida propia. Los activistas que hoy lideran el rumbo de la militancia lgbtti en nuestro país analizan aquí cómo fue, cómo es y cómo sigue la lucha.

En 1967, en la casilla de un guardabarreras de la localidad bonaerense de Gerli, un grupo de homosexuales (la mayoría trabajadores postales, con experiencia sindical y política) se juntaba a debatir cómo crear un “estado de conciencia” sobre las condiciones de opresión en que vivían los gays de esa época. Nuestro Mundo, así se llamaba el grupo, fue el primer intento político de este tipo que hubo en la Argentina y, en homenaje a su fundación, la Marcha del Orgullo se celebra el primer sábado de noviembre. Pero lo de Nuestro Mundo fue un intento tímido, clandestino y de escasas consecuencias. Recién en 1971, con la vinculación de algunos de sus miembros con intelectuales como Juan José Hernández, se creó el Frente de Liberación Homosexual (FLH), agrupación pionera de la militancia que se propuso denunciar la homofobia social a través de publicaciones como Somos y Homosexuales, articulando de manera más o menos conflictiva el ímpetu intelectual de gente como Juan José Sebreli y Blas Matamoro con espíritus revolucionarios como el de Néstor Perlongher. Coqueteos con el peronismo de izquierda (con quien sólo tendrán un diálogo de sordos), pintadas callejeras y panfletos con consignas como “El machismo es el fascismo de entrecasa”, y hasta la postulación utópica de Perlongher de que la revolución sexual sería incompleta hasta tanto “los heterosexuales no socializaran su culo”, alejaban en aquel entonces al FLH de las políticas del movimiento gay-lésbico norteamericano y de sus aggiornados reclamos: el fin de toda forma de discriminación, el reconocimiento legal de las uniones y derecho a la adopción, entre otros.

La dictadura constituye el acta de defunción del FLH y sus años de plomo son un verdadero páramo para esta clase de activismo. Recién con la vuelta de la democracia emerge otro tipo de discurso, ya no preocupado en utopías de liberación sexual sino en llevar adelante un coming out social que los gays argentinos aún no habían realizado. Carlos Jáuregui y su militancia desde la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), fundada el 16 de abril de 1984, se propone, en un principio, luchar por la derogación de los edictos policiales, al tiempo que brega por visibilidad y derechos civiles dejando en claro que el nuevo modelo gay, tan preocupado por la virilidad, no dejaba lugar con mariconeos. Una prédica a la que luego se sumarán las lesbianas y, a mediados de la década del ’90, la comunidad travesti y transexual, quedando así sellado el arco lgttbi tal y como lo conocemos hoy en día.

* * *

En las notas que siguen se pretende dar un panorama lo más completo posible de la militancia lgttbi en la Argentina a través de algunos de sus referentes. Sacar cualquier conclusión ahora sería apresurado, pero basta leer en tándem las intervenciones de César Cigliutti (presidente de la CHA) y de María Rachid (presidenta de la Federación Argentina LGBT), las dos agrupaciones de mayor peso en el país, para notar no sólo la existencia de internas sino también la prevalencia que hoy tiene en sus agendas la lucha por derechos que den cabida legal a la existencia de nuevas familias y al respeto de la identidad de género. En este sentido, las opiniones de Lohana Berkins y Marlene Wayar, dos de las activistas trans más importantes, focalizan la problemática de travestis y transexuales en términos de una transfobia que parece no querer ceder, pero también deteniéndose en el delicado equilibrio que suele haber entre la lucha para que las travestis sean incluidas en el mercado laboral y la defensa ante los atropellos que sufren cotidianamente aquellas que se prostituyen. Por otro lado, la agrupación Putos Peronistas de La Matanza subraya la necesidad de devolverle al activismo lgttbi un punto de vista que considere a las clases sociales más desprotegidas, y las lesbianas feministas de Baruyera reclaman formas de organizar la sociedad que no reproduzcan un modelo patriarcal de familia y un contrato matrimonial heterosexual y capitalista.

Rafael Freda, de Sigla, es casi el único que en su intervención hace referencia a la problemática del VIH-sida. Y sobre esto María Rachid reconoce que cada vez hay menos financiamiento (algo en lo que coincide con César Cigliutti), al tiempo que declara que, en el caso de la Federación, “hoy el VIH es un punto más de la agenda y las prioridades están puestas en otros lugares”. Una apreciación que ella justifica diciendo que hay un montón de organizaciones que priorizan el tema, así como también existe un Programa Nacional de Sida y un programa similar en cada provincia, y que a su vez la lleva a preguntarse: “Pero, ¿qué espacio institucional hay y con qué presupuesto para trabajar en pos de que no maten a las travestis en las provincias? ¿Qué presupuesto hay para evitar que se suicide un adolescente en Jujuy porque es gay, o para evitar que persigan y maten a un pibe gay en Salta?”. Signos de que en el cada vez más vasto universo de la diversidad sexual los problemas y sus soluciones son, a su modo, diversos.

Patricio Lennard

A contramano y adelante
La Comunidad Homosexual Argentina que preside César Cigliutti se fundó en 1984.

Cuando hace más de veinte años César Cigliutti tocó las puertas de la CHA para comenzar a militar, no se imaginó que ese hombre histriónico de bigotes y raya al costado que lo recibió en su oficina terminaría siendo su “hermana”. Carlos Jáuregui, de él se trata, había fundado la Comunidad Homosexual Argentina junto a un reducido grupo de activistas en la discoteca Contramano. Y fue su ejemplo de coraje y militancia lo que le marcó a Cigliutti el camino que lo terminaría convirtiendo, años después, en presidente de la organización lgbtti con más historia de la Argentina. “Quizá la enseñanza más importante fue su afán de visibilidad, la necesidad de poner el cuerpo en todo. La visibilidad como condición para luchar por los derechos civiles. Poner la carita, el nombre y el apellido verdaderos, y el número de documento, si la ocasión lo ameritaba. Y estamos hablando de veinticinco años atrás, una época que nada tiene que ver con la de hoy. Cuando caminábamos con Carlos por la calle, había personas que se acercaban a felicitarlo, pero muchos lo puteaban.”

HITOS DE UN LARGO CAMINO
Puesto a revisar los hitos principales en la historia de la CHA, Cigliutti destaca la circunstancia de su formación. “La formación de la CHA es un hito porque se dio en un momento histórico importante, cuando el país salía de años de dictadura y se estaba iniciando una democracia que nosotros pensábamos –medio estúpidamente– que iba a garantizar nuestros derechos y libertades. Eso no sucedió, por supuesto, ya que en aquellos años se siguieron aplicando los edictos policiales, en algunos casos de manera más sistemática. Y fue con el objetivo de trabajar por la derogación de los edictos policiales que la CHA se formó en 1984.”

El segundo hito para él es el otorgamiento de la personería jurídica en mayo de 1992, bajo el gobierno de Carlos Menem, lo que convirtió a la CHA en la primera organización lgbtti en obtener ese reconocimiento luego de una larga batalla legal y política que incluyó, entre otras desavenencias, que la Corte Suprema rechazara el pedido. “Y el tercero, sin duda, es la aprobación de la Ley de Unión Civil en la ciudad de Buenos Aires, en diciembre de 2002. Algo que tuvo trascendencia internacional y que por más que haya quienes relativizan su importancia marca un antes y un después en el activismo lgbtti en la Argentina.”

LA UNION (CIVIL) ¿HACE LA FUERZA?
Confrontando con la Federación Argentina LGBT, que preside María Rachid, Cigliutti defiende la unión civil (“es el primer reconocimiento legal a nuestras parejas en América latina”) y pone algunos reparos al afán de la Federación de validar, por ejemplo, un derecho como la adopción en el marco de una ley de matrimonio. “Por empezar, habría que explicar que la ley de unión civil va mucho más allá de cada una de las palabras que tiene escritas. Si es insuficiente, si hace falta más, eso lo podemos debatir y seguramente vamos a estar de acuerdo en un montón de cosas. Nosotros queremos matrimonio, queremos unión civil, y entendemos los pros y los contras que tiene cada una de estas dos figuras. Ahora, sostener una figura por sobre la otra... Si se trata de sostener una figura jurídica, la CHA ya tiene la unión civil de acá a la China. Por otro lado, sé que el hecho de que se hable de matrimonio entre personas del mismo sexo significa otra cosa. No soy necio, entiendo la diferencia. Pero para mí el derecho fundamental no es el matrimonio, sino la herencia, la adopción, la pensión por fallecimiento... Además habría que modificar más de un artículo de la ley de matrimonio por la incidencia que el Estado tiene en la institución matrimonial. Por ejemplo: el tema de la infidelidad, que no es menor en nuestra comunidad, y que es causal de divorcio según la ley. Que el Estado sea el que reglamenta estas cuestiones no nos parece bien ideológicamente.”

LA DEUDA INTERNA
Cigliutti también es crítico con algunas consignas de la Falgbt. “Hay consignas rimbombantes, que se usaron en España, como la que tiene la Federación Argentina LGBT: ‘Los mismos derechos, con los mismos nombres’. Ante la cual diría: los derechos, todos. Con los mismos nombres, con diferentes nombres, con los nombres que la gente quiera. Lo único absoluto para nosotros es la no discriminación por orientación sexual e identidad de género. De hecho, hay personas que no quieren los mismos derechos; personas que necesitan incluso más derechos, como las travestis, una comunidad marginada, perseguida, criminalizada. ¿Con los mismos nombres? No sé si quiero los mismos nombres. No me parece tan importante. Si ése es el eje del debate del movimiento lgbt en la Argentina, la verdad que estamos en un mal momento en lo que se refiere a la elaboración de pensamiento.”

De algo que se ufana Cigliutti es de la independencia con que la CHA ha trabajado históricamente, y sabe guardar distancia en relación con el Estado. “Nosotros articulamos con el Estado como también articulamos con otros ámbitos. Nunca trabajamos ‘para’. Y cuando nos lo propusieron, dijimos que no. Me parece que sos un mejor referente si trabajás desde tu independencia que si lo hacés para el Estado. Aunque reconozco que este gobierno ha hecho cosas positivas, como el Plan Nacional contra la Discriminación y la pensión por viudez, otorgada el año pasado a través de la Anses y a instancias de Cristina Fernández de Kirchner.”

Independencia que Cigliutti contrasta con los veinticinco años de historia de la CHA, y que le sirve para tomar posición en una interna que no elude. “En el activismo lgbt lo más caníbal es la interna. Me parece que es un tema, para decirlo educadamente, de identidad. O de protagonismo. Si alguien se propone formar otro espacio, otra organización, lo primero que hace es decir: ‘Nosotros no somos la CHA porque tal o cual cosa’. Pero nosotros estamos muy seguros de lo que hacemos, de nuestro discurso, de nuestra trayectoria. La CHA es una organización que tiene veinticinco años y en eso hay una gran diferencia. Me parece que la Federación no está al mismo nivel en un montón de cosas: ni en cuanto a discurso, ni a historia, ni a metodología. Desacuerdos existen y muchos, pero también son lícitos y está bien que existan. No tanto en los enunciados, pero sí en las estrategias, en las políticas. A mí la comparación con la Federación me parece incorrecta. ¿Cuántos años tiene? ¿Tres años? ¿Qué hizo además de haber ido al registro civil a pedir un recurso de amparo para que se legalice el matrimonio? Lo fundamental para nosotros es mantener nuestra independencia.”

Mismos derechos
La Federación Argentina LGBT, que preside María Rachid, se fundó en 2006.

Cuando María Rachid se asumió como lesbiana, en 1996, dio por sentado que eso implicaría luchar por sus derechos. Venía militando en movimientos de mujeres y de derechos humanos, y ese impulso la llevó a vincularse con otras lesbianas activistas que, preocupadas por la situación de mujeres que vivían en la calle por motivos de discriminación, decidieron crear un espacio donde albergarlas: La Fulana. Como presidenta de esa organización, Rachid lideró la creación de la Federación Argentina LGBT, que hoy reúne a treinta y cinco organizaciones de todo el país y que desde junio de 2006 trabaja de manera conjunta con el Inadi. Inspirada en la Federación Española LGBT, la agrupación que preside Rachid —que incluye, entre otras, a la asociación civil Vox de Rosario, a Attta (Asociación Travestis, Transexuales, Transgéneros de la Argentina), a la Fundación Buenos Aires Sida y al grupo Nexo— comenzó a gestarse al calor de la aprobación de la ley de unión civil en la ciudad de Buenos Aires.

“Como La Fulana, nosotras veníamos de trabajar por la ley de unión civil y en el trabajo en la Legislatura sentimos que las organizaciones estábamos muy desarticuladas –explica Rachid–. Eso se sintió sobre todo el día en que se aprobó la ley, cuando éramos La Fulana y la CHA los que perseguíamos a los legisladores hasta el baño para que no se fueran del recinto y no se perdiera el quórum. De hecho, la unión civil se aprobó gracias a los diez legisladores que votaron en contra y permitieron que la sesión se realizara.”

¿EL MATRIMONIO LO ES TODO?
La Federación nació con la convicción de que luchar por el matrimonio entre personas del mismo sexo es un objetivo prioritario. No en vano la propia Rachid y su pareja, Claudia Castro, se presentaron en febrero de 2007 en un registro civil porteño a pedir un turno para casarse que les fue negado y que les dio pie para presentar un recurso de amparo que llegó a la Corte Suprema y este año obligaría al tribunal a pronunciarse al respecto. “El matrimonio es una herramienta, no tanto un objetivo, que nos permite instalar determinados temas en la agenda pública. El matrimonio llama la atención de la prensa y de la gente y nos permite hablar de otras cosas. Si mando una gacetilla de prensa y digo que quiero hablar de la educación de las personas trans, es difícil que venga un periodista a hacernos una nota. Sin embargo, hablar de matrimonio es hablar de igualdad, de diversidad, del respeto al diferente, y eso tiene consecuencias en la vida cotidiana de las personas trans, inclusive.”

Si bien Rachid reconoce que la lucha por el matrimonio en algún punto deja afuera a travestis y transexuales, señala también que “en nuestro concepto, las personas trans no entran dentro de la ley de matrimonio formalmente. Y digo ‘formalmente’ porque nosotros queremos que se respete su identidad de género y puedan cambiar sus datos registrales. Con esto cumplido, las personas trans no necesitarían una ley de matrimonio para parejas del mismo sexo porque ellas no formarían parejas del mismo sexo de ese modo”.

Para Rachid, luchar por una ley de unión civil a nivel nacional es insuficiente. “Nosotras empezamos a trabajar el tema del matrimonio cuando fuimos a un debate en televisión en donde nos hicieron debatir con un cura que nos decía: ‘Yo estoy de acuerdo con que ustedes hereden, con que puedan compartir una pensión, una obra social... La iglesia quiere eso. Pero el matrimonio... El matrimonio es otra cosa’. Entonces entendimos que el matrimonio es un punto neurálgico en la sociedad y que era ahí donde había que pegar porque lo único que hace la unión civil, en última instancia, es reconocer derechos. Desde la Federación acabamos de hacer una encuesta entre todos los candidatos para saber qué opinan sobre temas de diversidad sexual, y tanto Michetti como Prat Gay se mostraron a favor de la unión civil pero no del matrimonio (ver pág. 15). Y por algo la derecha quiere unión civil, ¿no te parece? Entonces, ¿le hacemos el juego a la derecha y le dejamos el matrimonio a la comunidad heterosexual? ¿O luchamos, sin necesidad de descartar la unión civil, que puede ser un instrumento interesante, por el derecho a casarnos y formar una familia?”

EL ESTADO DE LAS COSAS
En cuanto al trabajo que la Federación viene realizando con el Inadi, Rachid sostiene que las organizaciones sociales están para presionar al Estado para que haga lo que tiene que hacer y no para hacer lo que el Estado no hace. “Lo que está pasando ahora es que por primera vez se nos convoca desde el Estado a participar de las políticas públicas de nuestro sector. Algo que no había pasado ni con Menem, ni con De la Rúa ni con Duhalde. Y con esto no quiero decir que este gobierno sea perfecto, sino que es la primera vez que nos pasa, como movimiento social, que el Estado nos pregunta qué hay que hacer y cómo lo hacemos. Hay que aclarar que la Federación nació antes de que María José Lubertino fuera presidenta del Inadi y nuestras reivindicaciones son anteriores a que el Inadi las tomara. Fuimos, las propusimos, las peleamos, y el Inadi tiene prácticamente la agenda de la Federación no porque nos la haya impuesto, sino todo lo contrario.”

LA DEUDA INTERNA
Así, la Federación marca una de las tantas diferencias que tiene con la CHA, organización que según Rachid no prioriza el trabajo articulado. “La CHA tiene un presidente que está hace mucho y la comisión directiva prácticamente no ha cambiado en los últimos años. Además, consideran que no hay que confrontar con la Iglesia y piensan que hay que ir por la unión civil como instrumento jurídico. Si bien la CHA no está en contra del matrimonio y nosotros no estamos en contra de la unión civil, hoy la unión civil tiene consenso en todos los partidos porque nosotros instalamos el matrimonio. Nosotros corrimos el eje del debate hacia el matrimonio, y por este motivo hasta la derecha está pidiendo unión civil, y nosotros no podemos estar ahí obviamente. Yo puedo no querer casarme pero tengo que tener el derecho a hacerlo. Por eso hablamos de ‘los mismos derechos, con los mismos nombres’. Ir por la unión civil era una buena estrategia hace algunos años, pero hoy ya no lo es. No sólo porque se aprobó el matrimonio en España y se corrió el eje del debate, sino porque hay personas importantes del oficialismo, que todavía tiene mayoría en el Congreso, que están a favor de la adopción y el matrimonio.”

¿Y nosotras dónde estamos?
La Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual que preside Lohana Berkins se fundó en 1992.

Cuando tuvo la oportunidad de viajar a Nueva York, Lohana Berkins no pudo evitar ir a visitar el mítico bar Stonewall. Le pareció pintoresco e invocó en sus mesas el espíritu inspirador de Sylvia Rivera, la travesti que la leyenda sitúa a la vanguardia de la revuelta. Pero Lohana dice no haber podido salir de su asombro cuando visitó el Christopher Park, donde hay emplazado un monumento alusivo. “Es una anécdota triste, porque después de ir al Village y conocer el famoso bar donde se habían producido los hechos que en gran medida habían protagonizado travestis y lesbianas butch, fui a esa la placita y vi que había sólo dos monumentos: uno de dos mujeres y otro de dos hombres. ‘¿Y nosotras dónde estamos?’, pegué un grito que hizo que una anciana que pasaba a mi lado me mirara asustada. Ahí entendés por qué se le sigue llamando ‘la marcha gay’ en casi todo el mundo...”

Lohana Berkins es la presidenta de Alitt (Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual), y desde el año pasado dirige la Cooperativa Escuela de Trabajo Textil de Travestis y Transexuales Nadia Echazú, en la localidad de Avellaneda, donde las travestis aprenden a coser y a generar una posibilidad real de trabajo. Militante de la primera hora (fue una de las pioneras en organizar el activismo trans a mediados de la década del ’90), Lohana reniega de que las travestis hayan quedado en gran parte subsumidas en un discurso gay e insiste en delimitar las agendas. “Yo hablo de una agenda travesti. Hoy las travestis se siguen muriendo de sida y siguen siendo encuadradas en el HCH, que es la variable de hombres que tienen sexo con hombres. Los relatos de encarcelamiento siguen sucediendo. Esta mañana intervinimos en una situación de violencia en un hospital público, cuando en la Ciudad de Buenos Aires hay una ley que se sancionó en la Legislatura que dice que debemos ser tratadas con nuestros nombres identitarios en las dependencias del Estado. Yo hago mi recorte. ¿En qué fuimos incluidas? No tenemos que confundir las agendas. No hay que tamizar con una sola mirada toda una comunidad. Que de todas las travestis sólo cinco o seis tengamos un trabajo que no sea la prostitución, equivale al 0,0001 por ciento. Es decir, prácticamente nadie.”

Pero esto no la lleva a abrir un juicio de valor sobre otras organizaciones lgttbi. “El enemigo está afuera. Es la Iglesia, la derecha, los fundamentalismos, las religiones”, puntualiza Berkins. “¡Hay tanto por hacer! Y esto sí lo digo en nombre de toda la comunidad lgttbi: vivimos en un universo de tanta desigualdad que no nos podemos dar el lujo de criticarnos entre nosotros. Me parece una pérdida de tiempo.” En cuanto a la prevalencia del matrimonio en la agenda de algunas agrupaciones, Lohana dice: “Mientras no se despenalicen nuestras identidades, mientras no se deroguen los edictos policiales, mientras no tengamos acceso al empleo, a la salud, a la educación y a la vivienda, no va a ser para nosotras una prioridad. Si para otras organizaciones lo es, bienvenido sea. Pero el matrimonio no está en la agenda trans”.

Polémica y desenfadada, Berkins decidió hace un par de años desligarse de la Marcha del Orgullo (que para ella se había mercantilizado) y organizar, el mismo día, lo que se dio en llamar la “Contramarcha”. “Dejamos de adherir a la Marcha del Orgullo porque sentíamos que hacía falta tener otro espacio y lo tenemos. ¿Cuál es? Si nadie es dueño ni dueña de la marcha. Sentíamos que había cuestiones que debían ser reivindicadas y no coincidíamos con otras reivindicaciones, y así lo decidimos. Pero yo no le impongo nada a nadie y cada quien va y lleva el cartel que se le da la gana. De hecho, así como existió un Stonewall, yo sueño con que haya un día de furia travesti. Hay que mostrarle a esta sociedad toda nuestra irreverencia, toda la furia que tenemos dentro. Aunque más no sea para reivindicar a esas ancestras de Stonewall que nos dieron esa herramienta de lucha tan maravillosa.”

El baruyo feminista
La agrupación Baruyera, que presiden Verónica Marzano y Sonia Gonorazky, existe desde 2007.

Cuando en 1983 el país vivía su clima de elecciones, Verónica Marzano tenía 7 años y su casa era algo así como una unidad básica. Sus padres eran peronistas, y de ellos heredó su ética militante. Verónica estudió trabajo social en un intento por “profesionalizar” aquel sentido de lo colectivo. Pero fue su inmersión en el feminismo lo que dio una directriz y la llevó a fundar junto con Sonia Gonorazky, su pareja, la revista Baruyera, “una tromba lesbiana feminista”.

Marzano define Baruyera como una agrupación de lesbianas feministas, trabajadoras y de izquierda, que se reconocen en una corriente que habla de disidencia sexual en lugar de diversidad, porque la palabra diversidad “borronea los contornos de la opresión y la discriminación”, opina. “Baruyera surge como idea en el Encuentro de Lesbianas Feministas de Chile en febrero de 2007. En ese momento, Sonia y yo decidimos convocar a algunas amigas con las que veníamos trabajando en otros espacios, y hoy somos una mezcla colectiva de acción feminista con un proyecto editorial. Realizamos talleres, acciones callejeras, intervenciones, eventos culturales, y no priorizamos relacionamos solamente con grupos Glttbi.”

Con estos grupos, Marzano dice compartir el diagnóstico que en la mayoría de los casos es parecido: “Los colectivos disidentes sexuales somos oprimidos en un mundo heterosexista”. Aunque para ella hablar de discriminación no es suficiente, puesto que habría que hablar también de exclusión, segregación, disciplinamiento. “Sin duda, las estrategias que nos damos las agrupaciones Glttbi marcan diferencias, porque ahí entra a jugar el proyecto político de cada uno y su ideología. Nosotras vemos que hay dos grandes posiciones frente a cómo trabajar el tema de las sexualidades. Una que plantea la necesidad de que los Estados reconozcan, legitimen y den viabilidad a la diversidad sexual, y otra que sostiene que el Estado no tendría que regular cuestiones relacionadas con la sexualidad, o debería hacerlo lo menos posible. Nosotras estamos más cerca de la segunda posición. Cuando salimos a la calle y decimos que no queremos que se metan más en nuestras camas, no estamos pidiendo que legitimen nuestras camas sino que nos dejen vivir nuestra sexualidad sin tener que andar certificando lo que somos. No podríamos, según nuestra afiliación al feminismo, bregar por el matrimonio cuando en realidad cuestionamos el orden familiar y el contrato matrimonial, que es un contrato capitalista que ha oprimido históricamente a las mujeres. Pensamos que sería más interesante concebir otros ordenamientos sociales, otras formas de organizar la sociedad, otras formas de agruparnos.”

En este sentido, Marzano critica lo que llama la “frivolización de la protesta política” (“Piensan que oficiando el casamiento de Roberto Piazza van a lograr que nos sintamos identificadas o identificados”), al tiempo que señala como un error la política transversal y el afán de algunas organizaciones Glttbi por democratizar su agenda. “¿Me da igual que Macri aplique un programa o política Glttbi hablando de ciudadanía y derechos humanos? No, ¡me da miedo! Ni la ciudadanía, ni los derechos humanos de Macri o Kirchner me involucran. Hay que militar una alternativa radical de cambio social donde erradicar la heteronormatividad sea central, pero no lo único.” Y enseguida agrega: “Como feministas no podemos dejar de pensar en el aborto y en la abolición de la prostitución como parte de la recuperación de la autonomía sobre nuestros cuerpos. Como lesbianas, apuntamos a desmontar la heteronormatividad estructural dentro de instituciones como la escuela. A nosotras no nos sirve una ley de educación sexual que nos nombre. No nos sirven leyes antidiscriminación, ni siquiera adquirir el estatuto de ciudadanía plena cuando éste esté basado en conceptos como la tolerancia. Renunciamos a ser el objeto de estudio de cualquiera. En las películas, siempre la luz enfoca al enfermo o al delincuente y deja en un cono de sombras al que indaga. Pues bien: demos vuelta la luz y preguntémosle al que pregunta. Obliguémoslo a que nos dé respuestas”.

Contra la desesperación
La agrupación Futuro Transgenérico, coordinada por Marlene Wayar, fue fundada en el año 2000.

Ella dice ser una excepción al común de las chicas, porque se fue de su casa cuando quiso y porque entonces ya era “bastante grandulona”. Antes, en su Córdoba natal, Marlene Wayar había empezado a frecuentar a otras travestis y “mariquitas escandalosas” como ella, en aquellos años previos a convertirse en travesti. Y como no necesitaba prostituirse, ella cuenta que no tenía inconveniente en enfrentar a la policía mientras sus amigas, temerosas de ir presas, no dudaban un segundo en salir corriendo. Un día de 1993, a Marlene la llamó desde Buenos Aires Nadia Echazú para pedirle que fuera a secundarla en su propósito de empezar a militar, desalentada como estaba al ver cómo la mayoría de sus compañeras de ruta en la prostitución se mostraban reacias a exponerse. Marlene y Nadia se habían hecho amigas en Córdoba y por entonces Nadia estaba queriendo abrirse de Attta, la primera asociación de travestis de la Argentina, porque no estaban de acuerdo con blanquear la cuestión de la prostitución –algo que Nadia creía imprescindible–. “Ellas, las de Attta, se conformaban con reclamar el derecho a vestirse con ropas contrarias al sexo, pero no querían hablar públicamente de la prostitución. Pretendían hacerle creer a los demás que eran peluqueras, que hacían shows, pero no querían blanquear que se prostituían y mucho menos hacer valer su derecho a hacerlo”, explica Marlene, quien hoy preside la agrupación Futuro Transgenérico y es miembro y cofundadora de la Red Trans de Latinoamérica y el Caribe “Sylvia Rivera”. “Con Nadia empezamos a militar de manera explícita. Antes, la militancia de las travestis era apenas una serie de movimientos catárticos para ver cómo zafaban de la policía, y entonces nos propusimos conformar un colectivo y tener fuerza de impacto en la sociedad. Esto implicó un aprendizaje de las otras organizaciones gay-lésbicas —que contaban con herramientas que nosotras no teníamos— y del feminismo —que nos ayudó a pensarnos como sujetas—. Y así tratamos de hacer una síntesis con nuestras propias prácticas, nuestra propia identidad y nuestros propios pensamientos.”

De ahí que Marlene crea que es delicado el equilibro que existe en el discurso de las militantes trans entre la voluntad, el deseo o la búsqueda de que cada vez menos travestis estén en situación de calle y puedan gozar del derecho a una vivienda y un trabajo dignos, y la defensa de aquellas que deciden prostituirse y que son una mayoría. “Es difícil lograr un equilibrio y me parece una decisión ética como militantes no tomar decisiones desesperadas. En este sentido, el hecho de que las travestis seamos personas expuestas a una situación de prostitución por el abandono familiar y estatal es innegable. Si vos estás con hambre, tenés que rebuscártelas, y si esa opción es prostituirte, nadie puede condenarte. La posibilidad de considerar la prostitución como un trabajo vendrá recién cuando nuestra condición de prostitutas no sea una situación a la que nos veamos expuestas. Mientras tanto, en la medida en que todo un colectivo está expuesto a una única solución como sustento vital, es imposible considerar la prostitución como un trabajo.”

El puto es peronista, el gorila es gay
La agrupación Putos Peronistas de La Matanza fue fundada por Pablo Ayala en 2007.

Ellos se reivindican como putos. Como putos peronistas. Y hay una frase fundadora de su agrupación: “El puto es peronista y el gay es gorila”. El mito de origen dice que uno de los compañeros le escuchó a una travesti decir esa frase en una movilización y que enseguida se cristalizó como consigna. Como lema de quienes hoy militan en la agrupación Putos Peronistas de La Matanza, que junto con otras tres agrupaciones acaba de fundar el Frente Nacional y Popular de la Diversidad Sexual. “En mi caso personal, la palabra puto es la que siempre usé para referirme a lo que soy; las otras palabras o son importadas o suenan a hospital”, dice Mariano Rapetti, 23 años, fotógrafo, estudiante de teatro y militante de la primera hora. “Nosotros usamos las palabras puto, torta, trava, paki por varias razones. A veces pareciera que a medida que uno va metiéndose en cualquier ámbito de la militancia lgbtti va edulcorando su lenguaje y termina utilizando términos antisépticos. Queremos arrebatarle a la palabra puto su sentido negativo y volverla bandera. ‘Gay’ suena a marica profesional de capital y ‘queer’ es un poco academicoide.”

Los PP hicieron su estreno el 17 de noviembre de 2007, cuando participaron de la marcha por el Día del Orgullo, que ese año coincidió con la fecha en que la tradición peronista celebra el primer regreso de Juan Perón a la Argentina, en 1972. Fundada por Pablo Ayala, quien trabaja como portero en un colegio, es militante de la Juventud Peronista de La Matanza y se define como heterosexual (ironías al margen), la agrupación prioriza sus demandas y reivindicaciones en función de la clase. “No es lo mismo ser porteño de clase media, hijo o hija de profesionales, que tucumano hijo o hija de obreros azucareros. Las reivindicaciones de unos y otras son completamente diferentes”, afirma Juan José Gálvez, 22 años, estudiante de danzas y miembro de la agrupación. “Aunque no creemos que las luchas de las organizaciones tradicionales lgbtti sean injustas, sabemos que la General Paz es un muro sobre el que los vientos de la ciudad gay rebotan constantemente. Del otro lado, la situación requiere de una lucha militante diaria, que no agota su implicancia en la pelea legal por el matrimonio entre personas del mismo sexo, sino que requiere conquistar derechos básicos (al trabajo, a la vivienda digna) que todavía están pendientes.”

De ahí que se hayan decidido a conformar un Frente. “Era cuestión de tiempo juntarnos. Para nosotros, que somos una agrupación bastante nueva, estar en el mismo espacio con otras que tienen una experiencia impresionante (como Futuro Transgenérico, coordinada por Marlene Wayar) es de una riqueza enorme”, opina Rapetti. “Estamos en un momento clave; la derecha no tiene contradicciones y rápidamente se agrupa y avanza. En este contexto, dejar de fragmentarnos por pequeñeces teóricas y vincularnos a partir de las posibilidades de construcción política común es a lo que nos arrojamos con la creación del Frente. Para trabajar sobre cuestiones que en general son invisibilizadas por los espacios tradicionales, como el tema de la prostitución, única posibilidad naturalizada de trabajo para las travas, y en la necesidad de ampliar la ciudadanía a todos los sectores para que los avances en materia de redistribución de la riqueza que este gobierno ha logrado lleguen también a los sectores populares de la diversidad.”

A batallar
La Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina fue creada por Rafael Freda en 1992.

Fue miembro de la CHA, incluso llegó a ser su presidente, pero dice que lo terminaron echando, y es desde hace más de quince presidente de Sigla, una organización que desde un principio se abocó fundamentalmente a la lucha contra el sida y que Rafael Freda formó con otros veinticinco compañeros de la CHA. “De entrada, yo metí a Sigla directamente en la batalla contra el VIH. La CHA había formado unos años antes la campaña Stop-Sida, pero estaba en manos de un grupo autónomo dentro de la organización, por lo que cuando fundé Sigla consideré que sería bueno que nos metiéramos de lleno en esa lucha —explica Freda—. Hubo muchos que me apoyaron en mi cometido, y después supe que eso en parte se debía a que mucha de la gente que se había ido de la CHA junto conmigo tenía VIH. Aunque casi nadie lo decía porque en ese entonces había más miedo que otra cosa.”

Freda reconoce que la cantidad de infectados sigue siendo muy alta y señala que las tasas de infección de personas del arco lgbtti no han disminuido. “Incluso, sigue habiendo mucho miedo a mostrarse. No estamos aceptando la seropositividad como un desafío, es algo que se sigue escondiendo. El otro día, un chico que trabaja con nosotros hizo una investigación en Manhunt, uno de los portales de contactos gays más visitados en Internet, y comprobó que en siete mil y pico de perfiles sólo en sesenta casos el usuario evidenciaba ser VIH positivo. Y si bien entiendo que con tal de levantar muchas veces los gays no decimos la verdad, cuesta creer que eso sea cierto. Lo que ahí se deja ver es que sigue habiendo una gran discriminación hacia las personas que tienen VIH.


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