miércoles, 27 de mayo de 2009

Mató a su familia que no lo aceptaba gay


A Carlos Bernasconi, de 28 años, la bala calibre 22 lo sorprendió cuando ordeñaba una vaca y escuchaba la radio. Cayó muerto en el tambo. Su madre Alicia, de 60, también fue asesinada por la espalda, de un tiro en la nuca, mientras les daba de comer a las gallinas. Su hijo menor, Marcelo, de 18, denunció que cinco ladrones habían asaltado y matado a su hermano y a su madre. Pero dos horas después del hallazgo, el chico confesó que él los había asesinado porque no aceptaban que fuera homosexual. El doble crimen ocurrió por la mañana en una estancia de la localidad bonaerense de Oliden, en el partido de Brandsen. La Policía sospecha que hace dos meses, el joven intentó envenenar a su familia con carne que compró en la localidad de Magdalena.

“Aparentemente el chico era discriminado y maltratado por su familia. No le aceptaban un novio”, reveló una fuente policial. El doble homicidio ocurrió en el campo “El Rosario”, situado en el kilómetro 79 de la ruta provincial 36, en Oliden, una localidad ubicada a 30 kilómetros de La Plata que tiene poco más de 300 habitantes. Allí, en una casa humilde, Alicia Pérez vivía con sus dos hijos. Trabajaban el campo y cuidaban animales. “Parecía una familia tranquila, laburadora y sin problemas. Al pibe le creímos cuando contó que hubo un robo”, contó un vecino.

Después de inventar un violento asalto, el chico dijo la verdad. “Los maté yo”, declaró ante el fiscal de La Plata Marcelo Martini. Además de las contradicciones del relato del chico, a los investigadores les sorprendió que los diez perros de la familia no hubieran ladrado. El candado y la cadena de la tranquera no fueron forzados y los presuntos asaltantes no robaron dinero. “La historia no nos cerró desde el comienzo. El hijo denunció que fue un robo y les pidió a los vecinos que llamaran a la policía, pero no pudo sostener esa versión ante el fiscal. Ya se contradijo cuando contó el caso a la policía. Todo hace pensar que se trató de una disputa familiar”, dijo una fuente judicial.

Un detective de la policía bonaerense que investiga el caso reveló que el chico confesó el doble crimen entre lágrimas: “No le creímos cuando denunció el robo. Estaba claro que las víctimas conocían al asesino. Abrumado por las evidencias y el peso de su mentira, confesó todo. Dijo que lo maltrataban y lo discriminaban por su condición sexual. Se cansó, agarró una pistola calibre 22 y mató a quemarropa a su familia. Después inventó lo del robo”, dijo una fuente policial.

El chico había denunciado en la Comisaría 1ª de La Plata que cinco delincuentes armados atacaron a sus familiares: contó que tres de ellos golpearon y mataron a su madre mientras otros dos sorprendían a su hermano en el tambo. Pero a los pesquisas les llamó la atención que los supuestos ladrones no robaron nada. Además los vecinos no escucharon ruidos extraños y la tranquera estaba cerrada. “El chico no pudo describir a los asaltantes. Al principio pensamos que estaba nervioso por lo que había pasado. Pero se contradijo mucho. Por eso y por otros elementos que no podemos revelar se convirtió en sospechoso”, dijo una fuente de la investigación.

Considerado uno de los tantos pueblos bonaerenses “fantasmas”, Oliden se formó alrededor de la estación del ramal La Plata-Lezama. Es una zona ganadera de calles de tierra y sin sobresaltos. El doble crimen alteró esa tranquilidad.

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martes, 26 de mayo de 2009

Ganan terreno en EE.UU. los matrimonios homosexuales


Pese al revés que sufrieron los defensores del matrimonio homosexual en el referéndum de noviembre pasado, en California, desde entonces el movimiento a favor de este tipo de uniones ha aumentado su activismo en todo el país y en los últimos dos meses ha conseguido significativas victorias, con la posibilidad de que hoy se vuelva a revertir también la situación en el estado más grande del país.
Tras una fuerte presión política, en abril las legislaturas estatales de Iowa y Vermont aprobaron el matrimonio entre personas del mismo sexo y a principios de este mes Maine siguió sus pasos, con lo que se sumó a Massachusetts y Connecticut, que ya habían adoptado medidas similares en 2004 y 2008, respectivamente. En tanto, en Nueva York, Nueva Jersey y Nuevo Hampshire están estudiando aprobar estas uniones en el corto plazo.
"La derrota en California fue una señal de alarma para todo el país y ha traído una tremenda energía a favor de los matrimonios entre personas del mismo sexo", apuntó a LA NACION Jenny Pizer, directora del proyecto sobre matrimonios homosexuales de Lambda Legal, el grupo defensor de los derechos de gays, lesbianas y transexuales más grande del país.
Junto con otras asociaciones homosexuales, Lambda Legal ha incrementado en los últimos tiempos su campaña a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo en California, donde la Corte Suprema emitirá hoy su fallo en respuesta a la apelación para desestimar el resultado del referéndum de noviembre.
Más conocido como Proposición 8, el referéndum (aprobado por el 52% de los votos) logró que se modificara la Constitución estatal para establecer que un matrimonio sólo puede darse entre un hombre y una mujer.
Esa misma corte ya declaró inconstitucionales, en 2008, las leyes que impedían los casamientos entre personas del mismo sexo. Sin embargo, el éxito judicial logrado en el pasado por las asociaciones de gays y lesbianas en California no hace presuponer, según los analistas, una nueva victoria en la Corte Suprema.
"California ya votó dos veces sobre la cuestión [la anterior en el año 2000]y en ambas la gente rechazó la idea de ampliar la noción de matrimonio. En los estados que lo hicieron ahora, los políticos que respaldaron estas medidas serán castigados en las urnas por los votantes", afirmó Frank Schubert, de la agrupación Protect Marriage, que fue clave en la movilización de gente en California.
Aunque son pocas las posibilidades de que el máximo tribunal rechace la prohibición de los matrimonios homosexuales, los defensores de los derechos de gays y lesbianas prometen que continuarán su lucha para someter el tema a una nueva consulta popular el año próximo.
"California ha sido uno de los estados líderes en el movimiento por los derechos civiles y especialmente protector de las comunidades gay, lesbiana y transexual", apuntó Pizer.
Desde que California aprobó en mayo del año pasado el matrimonio entre personas del mismo sexo hasta el referéndum revocador, en noviembre, cerca de 20.000 parejas homosexuales contrajeron matrimonio allí. El aluvión se debió a que, a diferencia de otros lugares, California no requería que las parejas tuvieran residencia en el estado. Eso empujó a muchos gays y lesbianas de otros rincones del país a casarse allí
El principal argumento de los opositores al casamiento homosexual para rechazar estas uniones, sin embargo, es que una medida así deslegitima la naturaleza del matrimonio como base de la familia y que se priva a los niños de una madre o un padre.
"Si redefinimos el matrimonio, tenemos que redefinir toda nuestra sociedad. El matrimonio es una institución base que es compartida por todas las culturas y es el mejor marco para formar una familia y criar niños", destacó a LA NACION Brian Brown, director ejecutivo de la National Organization for Marriage, que defiende la idea de limitar los matrimonios a aquellos integrados por dos personas de sexo opuesto, aunque está de acuerdo con las uniones civiles que garantizan ciertos derechos a las parejas homosexuales.
Desde que el tema se volvió candente a principios de la década del 90, 29 de los 50 estados de la Unión han aprobado enmiendas constitucionales para prohibir los matrimonios entre personas del mismo sexo.
Asimismo, a nivel nacional, en 1996, se aprobó la llamada Acta en Defensa del Matrimonio, que niega el reconocimiento federal a los matrimonios homosexuales y cuya constitucionalidad ha sido cuestionada varias veces por la Unión Norteamericana de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés), la organización defensora de los derechos civiles más importante del país.
Equidad legal
"Exigimos el término matrimonio por una cuestión de equidad y de base legal, ya que permite la protección, el reconocimiento y la aceptación pública que no todas las uniones civiles garantizan", señaló Paul Cates, director del programa educativo de la ACLU. Según Cates, es tan sólo una cuestión de tiempo hasta que los matrimonios entre personas del mismo sexo sean considerados legales en todo el país. Las nuevas generaciones son mucho más abiertas a esa concepción, como señala la última encuesta de ABC y de The Washington Post , que asegura que hoy el 49% de los estadounidenses apoya este tipo de uniones, mientras que en 2004 sólo sumaban el 34%.
Todo indicaría que la nueva administración en Washington también sería más proclive a la ampliación del concepto, aunque el propio presidente Barack Obama, durante la campaña, se manifestó en contra de la redefinición del matrimonio, si bien abogó por la igualdad de derechos para las parejas homosexuales.

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sábado, 23 de mayo de 2009

Perfidia y dependencia


Autodefinido como cosmobolita, Rodrigo Bellott, el primer director boliviano nominado a un Oscar, encuadra su cine más allá de las fronteras y también se dedica a hacer casting para otros directores como Almodóvar o Steven Soderbergh, autor de la saga del Che Guevara. Acaba de estrenar Perfidia, donde habla por primera vez sobre la identidad gay desde un punto de vista bastante atípico.

¿Cómo fue que empezaste a hacer cine en Estados Unidos?

—Llegué a EE.UU. para estudiar artes visuales y me topé con un movimiento afroamericano, latino, gay and lesbian de mucho activismo, de una presencia y un compromiso político muy grande. Y siempre digo que llegué a EE.UU. y ahí recién me di cuenta de que era negro, que era latino, porque me crié en una sociedad boliviana de clase media alta con muchos privilegios. Empecé a trabajar con eso, con la construcción de mi masculinidad a partir de agentes externos sociopolíticos, económicos y culturales. Lo que significa construirse como hombre latino, latinoamericano, negro, blanco, gay, etcétera.

¿Y de allí a ser nominado a un Oscar?

—Lo primero que hice fueron performances en la universidad y en pequeñas galerías que aceptaban trabajos de estudiantes. Tenía 18 años y todo se basaba en mi latinidad, era el primer boliviano en esa universidad. Luego empecé a trabajar el tema del jugador de fútbol americano, que me parecía una figura muy violenta. Tomé un curso de cinematografía e hice una performance con una Bolex 16mm: me filmé en mi casa la primera vez que me rasuré la cabeza y juego con la construcción de quién eres a partir del punto cero, tabula rasa. El trabajo se llamó Destierro (Exile), un profesor lo mandó a la Academia de Hollywood y quedó entre las cinco nominadas de 2000 a mejor película estudiantil. La Academia tiene los premios grandes y un día antes entregan los premios técnicos y los Oscar a mejor película estudiantil. Soy el primer boliviano nominado al Oscar.

Y luego viene Dependencia sexual que fue un éxito en festivales de cine lgbt.

—Dependencia sexual es la primera película digital boliviana, es un proyecto más estético que responde más al videoarte que al cine. Pero ganó el premio Fipresci en el festival de Locarno, luego Bolivia la nomina como representante para los Goya y el Oscar, y entonces me convierto en director. Es la historia de cinco adolescentes lidiando con su identidad sexual, pero no tiene nada gay: una mitad es en Bolivia y la otra en Nueva York, es la primera coproducción boliviana-americana. Es una película en pantalla dividida durante una hora cuarenta y cinco; la pantalla izquierda está fotografiada por un boliviano y la derecha por un americano. Había una historia con un chico, un personaje secundario, que lo obligan a acosar a otro compañero para probar que es hombre. Y ese temita llamó la atención y me invitaron a todos los festivales gays-lesbians del mundo. Y me parecía raro, porque no era una película gay en ningún sentido, eran historias de chicos heterosexuales teniendo su primera experiencia con chicas, y chicas teniendo su primera experiencia con chicos. Cuando se estrena en EE.UU. fue un éxito grandísimo, The New York Times y la revista Times la pusieron entre las mejores películas del año, me compararon con el Gus Van Sant de Mala noche.

¿A partir de allí todos fueron éxitos?

—Después de estas críticas tan buenas firmé con una agencia grande en Hollywood y empecé a desarrollar un proyecto de cinco millones de dólares que se llamaba Domingos de fútbol, una investigación sobre las academias de fútbol en Bolivia que traen alumnos de intercambio americanos y toda la construcción de la masculinidad a partir del soccer latinoamericano: los hinchas, los padres que llevan a los hijos a las academias, la homofobia, la construcción de tu cuerpo a través de la mirada curiosa, bicuriosa, homoerótica, la represión de la homosexualidad en el deporte. Alguien dice que el deporte es a la violencia lo que la pornografía es al sexo, creo que es Galeano o Barthes, ambos han escrito sobre el deporte como una estructura de control social del género. Trabajé en esta película casi cuatro años pero nunca se hizo. Terminé muy frustrado.

¿Cómo llegaste a Perfidia, tu última película?

—La escribí en un viaje a Buenos Aires, luego de terminar una relación muy dolorosa. Perfidia es una película de veintitantos planos secuencia, de un solo actor en una sola locación, sin diálogo. Un tipo que con pelo largo, barba larga, llega a un hotel en medio de la nada, en la nieve, en Nueva York, y empieza a raparse la cabeza, a rasurarse, y hace una serie de rituales como reinventándose en esta habitación una soledad muy grande. Es una película de cómo te levantas después de haber perdido el amor de tu vida.

Es una película gay bastante atípica...

—Tengo un amor-odio con las películas gays, que empecé a ver mucho porque con Dependencia... voy a festivales gays and lesbians. Y llegaba un momento en que me peleaba con directores, programadores y críticos porque hay una estética del cine gay que es el hombre-músculo y los estereotipos, no solamente de la construcción de la identidad gay sino también del hétero que se hace pasar por gay para conseguir a la mina. Y hay todo un tratamiento sobre el miedo a la soledad o el miedo al sida, el sida como castigo para el gay, toda esas mierdas. Con Perfidia quería hacer una película que hable sobre qué es sentir la soledad sin este miedo tradicional, que hable desde una homosexualidad que no es una cuestión sexual o física, es más una cuestión emocional o intelectual.

¿Y Perfidia es una producción boliviana?

—Chileno-americana. Yo tengo doble nacionalidad chilena: mi papá es chileno criado en Bolivia y mi madre es alemana criada en Bolivia. Mi papá trabajaba como agrónomo y ganadero en Brasil y entonces yo iba mucho durante mi infancia. A los dieciséis años me voy a Nueva York y vivo doce años ahí. Soy parte de una generación que no se identifica nacionalmente con nada y con todo. De hecho, bromeo siempre con que soy “cosmobolita”.

Foucault plantea que el gay es radicalmente desterrado, porque la mayoría de la gente nace en una familia heterosexual y para encontrar la identidad gay tiene que salir de la tierra del padre, de la patria. Eso hace del gay un migrante. Y veo esto como centro de tu obra.

—Dependencia sexual es eso también: un chico que se va de Bolivia buscando una nueva manera de vivir, pero no por una cuestión de identidad sexual. Foucault es una influencia muy presente, leí la Historia de la sexualidad antes de cumplir los veinte.

¿Por qué crees que Dependencia ha sido catalogada dentro del cine lgbt?

—En un momento hicieron una retrospectiva de los últimos años de cine gay en el MOMA, donde entraba desde Almodóvar hasta Gus Van Sant, y metieron Dependencia. Y voy a hablar con el curador: “¿Por qué me incluyes entre películas de temática gay?”. Y me dice: “Porque tú eres gay”. “¿Pero cómo sabes que soy gay?” “Porque me contaron”, me responde. Y mucha gente empezó a leer Dependencia... desde el rumor o el conocimiento de que yo era gay, entonces la lectura es completamente diferente. Sobre todo porque en la época en que la hice yo estaba en pareja con una mujer, una artista muy conocida, y tener que resolver este tema era complejo. Justamente he sido muy militante en separar mi vida personal de mi trabajo por el miedo a cómo se pueda leer mi trabajo o se malinterprete. Y por eso no quiero ser abanderado de mi bolivianidad, de mi urbanidad, ni de mi homosexualidad. Otro punto es que Dependencia sexual fue la primera película boliviana donde había desnudos masculinos y mucha gente se quedó prendida de eso: “Ah, debe ser gay porque no se muestran tetas, pero sí se muestran culos de hombres”. Y era una cuestión de indagar en una desnudez, en una fragilidad al tener sexo por vez primera. En Bolivia jamás hablo de mi vida personal, no sé hasta qué punto la gente asume si soy o no soy. Y ahora que hice Perfidia, que se estrena en mayo en Bolivia, la primera película que habla desde una identidad gay, tengo miedo de cómo va a ser recibida mi obra.

¿Pero por qué miedo? Que sea leída como una película gay no sería nada malo.

—Es el mismo miedo que tienen las mujeres directoras de que se lea su trabajo como feminista.

Pero algunas son feministas y quieren ser leídas como tales y no tiene nada de malo.

—El problema es que te cierra la lectura.

O la abre.

—Pero cuando he leído de críticos o curadores que asumen que soy gay, de lo único que hablan es de la parte gay.

Entonces habría que tenerle más miedo a un crítica reduccionista que al hecho de que digan que es gay. Igualmente, cualquier lectura siempre es un juego complicado.

—Mi sueño es que la gente me considere director de cine o artista, pero no director gay o director boliviano. Pero fijate que, curiosamente, mandé Perfidia al Out Fest de Los Angeles, donde he estrenado películas que no son gays y me responden que no es lo suficientemente gay, porque no hay ningún beso, porque es un hombre que es gay pero no tiene relación con otra persona. No emboco una.

Siempre decís que tus películas son autobiográficas.

—Sí. En Dependencia hay una historia de un chico que va a EE.UU., y todos dicen que ahí está la parte autobiográfica. Y no, lo autobiográfico está en la negrita que violan al final. Ahí estoy yo, soy la negra; no me violaron, pero tiene que ver con identificarte con una otredad y escribir desde esa mirada. La parte personal de Perfidia no es la parte gay, sino es la parte de vivir cinco años en hoteles de una soledad tremenda, de nunca estar más de dos semanas en un país, lo que imposibilita tener una relación con un ser humano, lo que te genera un montón de problemas.

Diego Trerotola
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sábado, 16 de mayo de 2009

La homofobia se mira por TV


El día de la homofobia, sinceramente, no sabía que existía, y no me suena raro después de enterarme de que el domingo pasado fue el Día del Nieto, hay días para todo, hasta para los pedos de colores arco iris, la cosa es fabricar fechas para que podamos consumir en este sistema capitalista, aunque hay otras, como ésta, donde una sólo mantiene viva la tragedia histórica para conmemorar. Yo tengo la mía.

Aquel día estaba dispuesta a bombardear pupilas conservadoras con mi grácil silueta de trava trash subida al 86 rumbeando por Avenida de Mayo y cuando el colectivo se detuvo, mi mirada también, pero sobre una parejita de chicos de no más de 20 años, sentados en un banco de la Avenida democrática de Mayo haciéndose mimos discretos que denotaban el disfrute de un nuevo amor homosexual recién ganado. No se observaban besos de rosada saliva ni lenguas entrecruzándose como en el apareamiento de dos víboras maricas, ni sobadas en los culos ni en los gansos ni manotazos de ahogados calientes. Sin embargo, sin enverga, las caras de asombro y horror incómodo, se dibujaban en la gente que se codeaba para ver la lamentable evidencia de la homosexualidad descarada apoderándose de las veredas del macho tango. Un obrero en bicicleta casi se cae al darse vuelta por mirar con sus pupilas abiertas de puro macho, como si tuviera pescuezo con resorte, y otros dos seudo chongos, salidos recién (supongo) de una gris oficina o de un pútrido banco, no sabían cómo hacer para disimular su asombro y sus risitas de falta de pete en las caruchas de malco after the office.

El que usa su tiempo para ser feliz rara vez pierde un minuto en meterse con la felicidad de los demás sea puto o dinosaurio. ¿Vivo? ¡Pena de muerte y sigamos!

Y en su hogar cada uno encienda la tele: los humoristas del dueño del rating Tinelli se visten de mujer y hacen chistes de maricones varios, y el choto de Chiche arremete con cuanto puto camina por la city y lo invita a su programa en el intento de defenestrarlo. (Muchas veces la boca que habla tanto, lo hace con los labios de una cola que espera los mimos de un macho y no se anima a buscarlo.) Y Pettinatto, el saxofonista de la modernidad, mariconea en cámara de esa forma maricona que le sale cuasi natural riéndose de los putos, y todos los canales, los de chismes y los no, dedican su pequeña dosis de homofobia ¿solapada? al puto argentino salud, para que los niños se eduquen y para que siempre sepan y que se les grabe en las venas de su glande que a los cobardes se les dice MARICONAZOS.

Así es, queridos amigos homofóbicos del mundo. Yo soy puto o trava o gay o sirena de cemento de veredas y empedrados perdiendo las escamas al ritmo viril del tango o lo que quiera ser en el momento indicado. Más de una vez he escuchado a un padre indignado decir que preferiría que su hijo sea chorro o drogadicto antes que un maricón depravado. Y sí. Son gustos al fin y al cabo. Y mi madre misma no soportaría verme sentada a su lado acomodándome el vestidito sea corto o largo. Basta de mentiras fashion, no sacudamos nuestra ropa sucia disimulando, Bs. As. no es GAY FRIENDLY, no, no nos hagamos los boludos que somos conservadores, fascistas y anticuados, en todo caso seremos MONEY FRIENDLY con el puto extranjero que acaricia su paquete de verdes dólares como si fuera el bulto ostentoso de un apetecible dotado.

Naty Menstrual
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La semilla del odio


El retrato postal de la Antigua Grecia como paraíso de la diversidad sexual acaba de inundarse hasta desaparecer: la distribución en Argentina de Homofobia: Una historia, de Byrne Fone, devela cómo la pasividad sexual, el afeminamiento (y las mujeres en sí) y hasta el deseo desatado eran considerados monstruos escatológicos capaces de corromper no a la naturaleza sino a la misma idea de sociedad: la corrupción empezaba en el cuerpo y seguía en el cuerpo político. Así germinó el odio en la cultura occidental, más de veinte siglos antes de la invención de la palabra homofobia.

”Mi suposición es que cuando la mayoría de los homófobos imaginan que la homofobia es un nombre intelectualizado para una antipatía innata hacia los homosexuales, ésta, no obstante, es un producto de la educación y la socialización”, explica Byrne Fone en la introducción a su libro Homofobia: Una historia, que se acaba de distribuir en Buenos Aires por estos días, pero que originalmente fue publicado hace una década en EE.UU. Así, la estrategia de Fone tiene que ver con la mejor parte de los estudios gay-lésbicos y con todo el movimiento queer: desnaturalizar los procesos que soportan las ideas monolíticas de la sexualidad. Y una historia desnaturalizada implica, claro, encontrar el punto de vista para deshacer el arbitrio, la construcción de los prejuicios que congelan el pensamiento o, lo que es lo mismo, que obturan la diferencia. Y por eso, Fone, en lugar de trazar virtudes de la homosexualidad, de buscar la belleza homoerótica y enfrascarla en prosa estética, cuenta una historia de la homofobia, es decir, se ubica en un revés de la trama; un revés erudito y con todo el orgullo de su pasión invertida. Y la desnaturalización es una estrategia genial, porque justamente la homofobia se construye mayormente sobre el efecto de sentido del discurso sobre “lo natural”.

Si bien la palabra “homosexualidad” apareció en 1868, recién en la segunda mitad del siglo XX se comenzó a usar la palabra “homofobia” para referirse a la antipatía hacia los homosexuales. Presumiblemente fue publicada por primera vez en un artículo científico de K. T. Smith de 1971 titulado “Homofobia: una caracterización tentativa de la personalidad”. Esa particular antipatía, lejos de ser un mero sentimiento, se expresó a través de condena, aversión, temor, proscripción y el exterminio de homosexuales a lo largo de la historia. Fone enuncia dos causas ideológicas, dos prejuicios de ese temor: 1) la homosexualidad y los homosexuales perturban el orden sexual y de los géneros que supuestamente creó la ley natural; es, en definitiva, el desagrado frente a la diferencia sexual; 2) la conducta social de los homosexuales perturba el orden social, legal, político, ético y moral de la sociedad. Estos prejuicios desperdigados en la cronología de la homofobia que realiza Fone, desde la antigüedad hasta fin del siglo XX, permiten hacer un recorrido transversal del libro: por un lado, uno puede leerlo como una teratología, es decir, un catálogo de discursos monstruosos para construir monstruos; y por otro, una descripción de las prácticas higienistas para limpiar el impacto social de esos monstruos: la lucha contra la exposición pública, la notoriedad, la supervivencia y la herencia de los homosexuales. Y con su punto de vista original, y recopilando varios estudios previos, Fone logra hacer una radiografía del germen, de la idea que tenemos de la cultura griega. Su hallazgo es refundar los orígenes.

Bestiarios

Si bien los estudios gay-lésbicos repiten el retrato postal de la antigüedad como paraíso de la diversidad, cargando tintas sobre la democracia griega como ideal, en el libro de Fone se puede leer la idea de que en la Grecia antigua, como se señaló muchas veces, no existía una palabra que diferenciara la homosexualidad. Sí existieron formas del discurso que produjeron monstruos sexuales: antes del acto de nombrar lo diverso, se lo insultó directamente. La degradación homofóbica a partir del lenguaje es de inventiva griega. Porque si bien existía la tan idealizada paiderastia, ritual iniciático de un adulto mayor a un discípulo púber, donde se difuminaban los roles de maestro y discípulo y de amado y amante, la homosexualidad no era un problema siempre que fuese viril, exclusivamente activa y controlada. Pero el control era, principalmente, un control de esfínter: los que gozaban del sexo anal, aclara Fone, “no eran hombres verdaderos en absoluto sino monstruos afeminados, quienes recibirían a cualquier hombre que los quisiera por el ano”. La pasividad sexual, la insaciabilidad y el afeminamiento no se consideraban naturales o aceptables en Grecia, eran actos de freaks escatológicos, que abandonaban el ideal viril: así nacieron los malakos, palabra peyorativa que designaba a hombres suaves, afeminados, y que también sugería debilidad moral. Esa idea de virilidad como forma suprema del cuerpo amoroso está bien representada en El banquete, texto bendecido por tantas décadas de homoerotismo neoplatónico, pero que Fone pone en crisis al advertir que Platón, a través de ese encuentro para definir la lógica del Eros, construye un “reino donde ni las mujeres ni el afeminamiento tienen lugar alguno”. Y así lo declara uno de los asistentes a El banquete: “El amor entre varones no sólo es diferente del amor entre hombres y mujeres, sino superior a éste, porque es discriminador, fiel y permanente, y porque los hombres son superiores a las mujeres en inteligencia y fuerza”. El sexismo en toda potencia, la misoginia desatada que extirpa todo valor social a lo femenino en la sociedad, no puede representar en ninguna cultura un estadio de ideal democrático diverso.

Sobre ese monstruo afeminado descargó su risa el comediógrafo Aristófanes, con sus personajes de hombres mujeriles o travestidos, como el Agatón de Tesmoforiazusas, a quien se llama una “paradoja” por vestir ropas de mujer, fundando con esa palabra el chiste como burla homófoba, el antecedente de todo teatro de revistas machista. En esta obra, el argumento de Aristófanes sostiene que “hombres como Agatón –que no son ni varones ni hembras– perturban el orden de la sociedad, el cuerpo masculino corrupto introduce caos y corrupción en el cuerpo político”. Y, justamente, según los ideales de Platón, el problema era el cuerpo, porque siempre implicaba corrupción: lo platónico tenía menos que ver con el deseo sublime como relación física entre amantes que como amistad viril para la contemplación de lo bello y lo bueno. Estas ideas filosóficas, más bien abstractas, fueron recuperadas siglos después por los que sentaron las bases del pensamiento judeocristiano, fundando una corriente neoplatónica para justificar un ascetismo antisexual, acentuando la dichosa dicotomía entre carne y espíritu con la intención de promover el celibato, la vergüenza del cuerpo sensual, que finalmente corregiría con la moral de la Inquisición: la carne homosexual, desviada, perversa, sería quemada en las hogueras.

La posibilidad de una isla

Si a la sátira se le puede atribuir cierta ironía y a la filosofía una suerte de uso de la metáfora, ambos procedimientos que dan cierta ambigüedad en su condena a lo homosexual, a lo femenino y al travestismo, el alegato de Esquines contra Timarco, según sostiene Fone, aporta más cabalmente la ideología griega, sobre todo porque es el único documento que se conserva que trata exclusiva y seriamente de una argumentación sobre la homosexualidad. Y Esquines, para defenderse de una acusación de traición en un juicio, argumenta que Timarco no tiene autoridad por ser homosexual. O mejor dicho: por ser “una criatura con el cuerpo de un hombre deshonrado con los pecados de una mujer”. No sólo se acusa a Timarco de haber usado el culo para gozar, sino de otras mariconadas como maquillarse para aparentar menos edad de la que tiene con el fin de seducir, además de usar telas “suaves y hermosas”. Eso le valió otro insulto en perfecto griego: kinaidos, débil, lujurioso. Hoy lo llamaríamos simplemente marica, o cualquiera de sus sinónimos despectivos. El afeite amanerado, la estilización juvenil en el cuerpo adulto construidos como forma de lo monstruoso es un tic de la homofobia que se extendió hasta nuestros días. Es natural que un hombre maduro tenga canas, pero Timarco se las teñía: la tintura lo pintaba como puto. Toda esta argumentación posibilitó la sanción para que Timarco no pudiese seguir hablando en la asamblea pública y que se le denegaran sus derechos como ciudadano. Lo que los Estados modernos hacen con los homosexuales hasta el día de hoy, la Grecia antigua lo instauró en ese dictamen: al gay se lo invisibiliza negándoles los derechos como cualquier actor social pleno y se lo reduce a un ser despolitizado. La homosexualidad, ahora, ya no sólo es un crimen contra la naturaleza, sino contra las leyes sociales. Evidentemente, ésas son dictadas por la lógica estrictamente patriarcal, el ideal griego que se trataba de perpetuar.

Si faltaba alguna institución, la ciencia griega también decía lo suyo, que fue cruel y no mucho, pero suficiente para que también la homosexualidad fuese una enfermedad. Y para eso bastó un tratado, el Physiognomonics, del siglo IV a.C., que usualmente se compila dentro de los tomos de obras de Aristóteles, pero no fue escrito por él. Ahí, al marica, al kinaidos que comenzó a describir Timarco, se lo caracteriza fisonómicamente: “Ojos inconstantes y es patizambo; inclina la cabeza hacia la derecha; gesticula con las palmas de las manos hacia arriba y las muñecas fláccidas; y tiene dos estilos de caminar: menear las caderas o mantenerlas bajo control”. Para una anatomía de la inversión, para identificar al enemigo de la naturaleza, los fisonomistas pusieron al trolo bajo el microscopio para agigantar sus rasgos, para congelar su gesto bajo la lupa, y así dibujar la primera caricatura homófoba de la historia, una que se repite hasta en las películas del siglo XX.

Y si se trataba de detectar la diferencia sexual, era para después administrar el lugar que le correspondía en la escala social. Porque si esto no bastaba para que el cuerpo, el género y el ano se pensaran contra natura, aunque sobre todo se los creara como un atentado contra el orden político, en el 350 a.C. el mismísimo Platón, el supuesto adalid del homoerotismo, puso negro sobre blanco en Las leyes, que versa sobre la creación de Magnesia, un Estado utópico en la isla de Creta, y donde, justamente, decreta que el sexo homosexual y el lesbianismo son “crímenes antinaturales de primer rango”. Y, por fin, aparecen las lesbianas en el discurso platónico, para eliminarlas de la lógica del Estado ideal. Ahí tienen su democracia paradisíaca griega: Platón envió a los heterosexuales a una isla, para alejarlos de los afeminaditos y las machonas. La grotesca geografía imaginaria ya estaba trazada: era la isla de la fantasía homófoba, lugar desde donde se comienza a erigir el pensamiento y las prácticas contra la diversidad sexual que primaran en el resto de la historia.

Palabras específicas

Además de releer algunas ideas sobre la historia de la homosexualidad, Homofobia: Una historia también es un libro sobre las formas de los discursos literarios en su lucha por el sentido social y la representación de lo diverso. Por eso, con entusiasmo bibliófilo, Byrne Fone usa como fuentes de su cronología exhaustiva los libros que buscan afanosamente las formas literarias más aventuradas para expresar la diferencia sexual, en tanto de manera positiva como aberrante. Desde la literalidad a la traducción, desde la metáfora a la etimología, el libro multiplica el deseo en mil palabras que tratan de hacer de la diferencia una sublime experiencia literaria. Y así Fone expone cada detalle de obras fundadoras, pero también de muchas desconocidas, para que surjan los matices de la diversidad sexual en su búsqueda de las palabras justas. Fone parece más identificado con la investigación estética austera de Walt Whitman, tal vez el poeta homoerótico que inaugura una nueva voz cuando se apagaba el siglo XIX. En un afán preciosista, Whitman denuncia que existen “pocas palabras o nombres para los sentimientos amistosos” y se encarga de buscar las “palabras específicas” para que la poesía pueda expresar el cuerpo y el sexo. Cuando la pluma refinada de Fone vuela alto sigue los designios del poeta y se encamina en la investigación más elocuente para marcar el conflicto homofóbico a través de la cita expresiva y la invención justa. Dentro de esa línea, el libro alcanza su plenitud en las lecturas críticas de novelas, teatro y cuento en el Estados Unidos de principio de siglo XX. Ahí, logra recuperar una literatura panfletaria poco célebre y se adentra en su corazón oscuro para destapar las voces perdidas en medio del desconcierto, de la experiencia casi secreta. En esas páginas hay desafío político, inventiva, algo de humor y hasta ridiculez, por ejemplo, cuando se cita a un tal Dr. John F. W. Meagher que enuncia cosas estrafalarias como que a los homosexuales “les gustan las cosas artísticas agradables y casi todos ellos son aficionados a la música. También les agradan los elogios y la admiración. No saben silbar bien. Su color favorito es el verde”.


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sábado, 9 de mayo de 2009

Pero no me nombres


Todos sabemos que es una mafia y que son todos mafiosos. Todos sabemos que el de la esquina es el que afana, que el de la vuelta es el que avisa y que el de al lado es el que la guarda. Todos sabemos que el almacenero le pega a la mujer y que su hijo le hizo un hijo a la de trece de la villa de Boulogne pero también sabemos que el almacenero tiene una 45 que le dio el primo de un amigo que es ex comisario de la primera de San Isidro y que mejor muza. Todos sabemos eso.

También todos sabemos que todo es una transa y que son todos transeros. Todos sabemos que el boletero siempre tiene 4 reservadas en la primera fila y que como sos amigo de un tío del productor del actor podés pasar al camarín y darte dique. Todos sabemos eso.

Todos sabemos que los médicos hacen humor negro cuando se les muere un cacho de carne y que le llaman cacho de carne al muerto porque quién no tiene un primo de un tío de un amigo que te lo cuenta sin mosquearse… todos sabemos eso. Todos también sabemos que la medicina es una industria y que las obras sociales son proporcionales al precio que pagás o a la familia que la dirige y todos también sabemos que si sos amigo de la familia o sobrino o primo o tío del conocido de un amigo te van a poner en una suite en la parte nueva del Instituto del Diagnóstico seguro… Todos sabemos eso.

Todos sabemos que si te quedás sin trabajo podés ir a ver a tal que es amigo de cual y sobrino de zutano que le debe un favor a mengano que le debía otro a perengano que era amigo del abuelo de tu padre. Todos sabemos eso.

Todos sabemos que si tenés que renovar un pasaporte, cédula o registro siempre hay un amigo de tu tatarabuela que se la ponía a tu tía que era medio prima del banquero del barrio cerrado de Pilar que conocía al primo que parece que mató a la Belsunce y que es amigote de otro puntero del barrio pobre de enfrente del otro lado de la ruta pero vos callate y tenés el registro en 10 minutos. Todos sabemos eso.

Todos sabemos que si te para la cana tenés que llevar la tarjeta del comisario tal o cual que es medio amigo o conocido de tu íntimo amigo y que cuando te paran no sabés dónde puta está la tarjeta entonces llamás a un amigo de un amigo y resulta que atiende tu íntimo amigo y te da el número del comisario que no era aquel que te había dado sino otro que puso un amigo de un amigo de Scioli primo de Posse y zafaste… también sabemos eso.

Todos también sabemos que aquél es el “fraile”, el pibito que mató a la prima de la amiga de la hermana del jardinero, también sabemos que es dealer y que tiene porro siempre pero para merca hay que llamarlo un día antes y para éxtasis a partir de los jueves y que hay que llamar de parte de Rosa… Todos sabemos eso.

Todos sabemos que los tacheros son casi todos mafiosos y que tienen una trenza con los sindicatos y que te arreglan el reloj y que se cagan en el patrón y que el peón es un ladrón y por poco violador y que la cola de tal o cual parada o aeropuerto está vedada y que mejor no te pares y menos lo tomes y que mejor que te las tomes. Todos sabemos que para poner un negocio si no sos amigo de un conocido de un tío de un amigo de un primo de una prima lesbiana amante de la mujer del gobernador local te mandan matar… Todos sabemos eso.

Todos sabemos que si querés tener un crédito en el banco y estás en el Veraz tenés que conocer a un pinche amigo del secretario de un amigo del primo de Ibarra que es amigo de un maquillador de Shakira que comía asado con un asistente de Nacha que se culeaba a un medio sobrino de Perón que tiene dos caniches blancos primos del perro de Susana que son tíos del Pitbull de Tinelli y que juega al fútbol con un asistente de Chávez… Todos sabemos eso.

Todos sabemos que si querés encamarte con tal o cual que era amante de la Alfano o del Facha Martel tenés que llamar a un amigo de un taxi boy compañero de yoga de un remisero que lo llevaba a Rial en el 93 cuando trabajaba con Lucho y se la chupaba a no me acuerdo quién… Todos sabemos eso.

Todos sabemos que si tenés exceso de peso tenés que ir a ver al chanta de Cormillot y todos sabemos que si tenés otro tipo de exceso algún pez gordo de Aerolíneas te va a salvar y te lo va a dejar pasar. También todos sabemos que si no querés que te pique el mosquito del dengue tenés que hablar con el amigo de tal que es amante de un transexual que tiene una amiga que tiene una peluquería donde venden consoladores por detrás y por izquierda facturados por derecha… Todos sabemos eso.

Todos sabemos que si tenemos un juicio tenemos que llamar a aquel que es cuñado del escribano que le hizo la casa al contador que no murió del corazón porque tuvo al personal trainer del arquitecto cual que es socio del amigo de Gaby Álvarez o que mejor… no, llama al testaferro de fulano que se llamá Faena y tiene un telo posta y sabe a quién hay que llamar en esos casos… eso todos también lo sabemos.

Todos sabemos por dónde andar y si no sabemos por dónde andar qué importa si total sabemos a quién hay que tocar y a quién hay que llamar si andamos mal.

Todos sabemos quién trae, quién invita, quién garpa y quién se hace garpar. Todos sabemos quién jode y quién tiene ganas de joder y todos sabemos quién tiene y jode y quién no tiene y jode igual.
Todos sabemos quién miente con un programa de televisión que dice decir la verdad y quién dice la verdad y tiene que mentir para tener un programa de televisión… eso todos lo sabemos.

Todos sabemos que estamos todos salvados porque siempre hay un amigo de un primo de un tío de conocido de un amigo que te hace zafar… eso todos lo sabemos.

Todos sabemos quién va a ganar… porque todo lo sabemos. Todos sabemos lo que piensa Prat Gay sin saber cómo se pronuncia porque no sabemos si es catalán, inglés u holandés, todos sabemos lo que elucubra De Narváez aconsejado por Mauricio y desaconsejado por Felipe. Todos lo sabemos. También todos sabemos a quién hay que llamar si te querés hacer matar.

Todos sabemos todo… porque todo lo sabemos y porque así nos conviene porque si fuera de otra manera no seríamos lo que somos… Todos lo sabemos y por ahora resulta… así que dejate de hinchar… no te quejes que estamos bien… o qué preferís, ¿Suiza, donde no te conoce nadie?…

Es mejor así, todo verdad, todo inventado, todo por derecha y por izquierda, todo como sea, pero es, no seas bobo... quedate muza… y cualquier cosa llamame… que yo tengo un amigo de un primo de una vedette que se casó con un galán amante de un chef del canal Gourmet que se acostaba con una que era el culo de tal marca que desfilaba para tal que estaba en la lista de no me acuerdo quién… pucha, ¿quién era?…

¡Aaah… era yo!... ¡Llamame a mí!… Pero no me nombres.

Fernando Peña
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Fiera madre hija bicho amante


La estrella fugaz del rock brasileño sigue encendida, a pesar de su escasa difusión y de sus grabaciones difíciles de encontrar. Durante su corta vida, Cássia Eller construyó a fuerza de estilo y talento una leyenda que adquirió una dimensión impensada después de su muerte. Vivió sus últimos años junto a su mujer, María Eugênia Vieira Martins, quien al morir Cássia pidió la custodia del hijo de la cantante. Su reclamo revolucionó a la sociedad brasileña y sentó un precedente sobre la legalización de las parejas gays y sus familias.

Sobre cualquier escenario, su presencia incandescente de amazona andrógina, perfil oscuro iluminado por la zumbona sonrisa. Capaz de simplemente levantarse la negra remera para refrescar sus tetas transpiradas en el fragor del show o acomodarse la bragueta como un bucanero indígena, siempre con la guitarra como antorcha o espada a lo Juana de Arco, entretejiendo en la ofrenda esa imagen inédita y actualmente venerada por sus seguidores, quienes logran redescubrirla para volverse adictos de la que –en sus inicios– los críticos compararon con Ney Matogrosso, pero en versión femenina.

Al descubrir su repertorio, cualquiera podría caer hechizado ante el tono bravío que dota a “Non, je ne regrette rien”, clásico de Edith Piaf, o esa especie de chacarera festiva que es el forró nordestino de su país con “Curiosa para sufrir”, que en Gal Costa resuena tan cristalino, pero bajo la fuerza y la garra de Cássia se exacerba sin perder su original sencillez campesina. Singularmente ecléctica, ella alguna vez aclaró: “Quien me mire bien podría pensar que no soy para nada romántica, pero se equivoca”.

Durante el breve tiempo que transcurrió su carrera, Cássia alimentó sin siquiera pensarlo su insólita leyenda que incluía no sólo asumir públicamente el privilegio de la homosexualidad, la práctica de una libertad absoluta dentro y fuera de cada show, su postura de intérprete declarada sin mencionar el valiosísimo dato de la propia autoría, incluyendo casi con sigilo sólo dos temas firmados por ella: “El marginal” y “Ellos”.

En un país de grandes y exquisitas cantoras, de algún modo comparte con la también inconmensurable Elis Regina esa pocas veces lograda fusión con sus compositores, quebrando cualquier límite, para amalgamarse de tal modo en cada tema, y que todo lo que cantan pareciera escrito sólo para ellas o por ellas.

El repertorio de Cássia incluía desde el que llamaba “Mi madre” Chico Buarque hasta Caetano Veloso, Nando Reys y nada menos que su venerado Cazuza, sin olvidar a Jimi Hendrix, Nirvana o Los Beatles. Fue justamente del propio Veloso la frase que repitió al autointernarse para superar su creciente adicción al alcohol y las drogas: “Dios adora hacerme bromas”.
Refugio en el más allá

Un par de años antes del trágico final, buscó refugio en una fazenda–clínica de Teresopolis, a dos horas de Río, y en el simple video casero grabado al ingresar luego de que los médicos leyeran el catálogo de los planes a seguir, escuchamos como respuesta su inimitable carcajada desdramatizando el momento. Durante la estadía allí, Cássia pasaba el tiempo jugando al fútbol descalza, por supuesto escuchando música y continuando casi en secreto con sus interminables zapadas, sola en medio del verde.

Cuando los músicos de su propia banda iban a visitarla, no dejaron de ensayar en el bucólico paisaje, además de tener, según afirmaron a los medios, el imprevisto regalo de conectarse con legítimos extraterrestres.

Tardó más de un año en recibir el alta, luego del cual regresa a los brazos de su esposa e hijo y comenta: “Al fin terminé de desintoxicarme. Encontré a Jesús. Ahora quiero seguir junto a él, limpita”.

El padre de Francisco –o “Chicón”, como llamaba a su hijo– era Octavio Fialho, bajista de la pesada, muerto en un accidente automovilístico tres meses antes de que su hijo naciera.

Sin sospechar que sería su apoteósico canto de cisne, Cássia aceptó participar en la tercera edición de Rock in Rio. Y si de manera inexplicable no había sido convocada para la fecha anterior, su jamás planeada venganza se llevaría a cabo con la convocatoria record de 100 mil espectadores que comulgaban con ella cantando de cabo a rabo cada uno de los temas interpretados en el histórico encuentro. Sus admiradores, mejor dicho, fanáticos, ya eran legión.

También sus pares la consideraban un verdadero genio musical sin precedentes. Incluso los integrantes de Nirvana elogiaron públicamente su versión del hit “Smells like Teen Spirit”.

Pero por sobre todo ella, que desde adolescente paseaba en el viejo coche familiar sin cambiar nunca el casete de Os Mutantes, al escuchar que la propia Rita Lee, voz cantante del legendario grupo, la invitaba a participar de su programa semanal en TV Globo, aceptó lo que valoró como uno de los mejores regalos que le daba la vida; aunque pocos meses después la misma Rita Lee, al saber de su muerte, declaraba a los medios: “Sólo me queda el consuelo de saber que Cássia, en apenas diez años, logró hacerlo todo”.

Tal vez sea así, pero ante un artista como ella uno se vuelve insaciable y resuena el dato esgrimido como una de las causas para develar la crisis final, apuntando que la estrella estaba exhausta luego de realizar más de cien shows en apenas tres meses. Igual, Cássia siguió alimentando el fuego de su ritmo y repitiendo como un mantra gitano: “Nunca lograría transmitir en ningún estudio la preferible emoción que es estar con mi gente”.

En verdad, no era simplemente público ni fanáticos aquellos que la idolatraban con el corazón en la boca, ofrendando su ya clásico “El tiempo no para”, de Cazuza, o la plegaria metálica de Nando Reys con latigante estribillo: “Sólo pido de Dios un poco de malandraje... pues soy poeta y no aprendí a amar”.

Llegó el aciago, doloroso 2 de enero de 2002. La agencia Télam-Brasil informaba que “la policía brasileña investiga la muerte de Cássia Eller, luego de tres sucesivos paros cardíacos”. Ante la sospecha de que la causa hubiera sido una sobredosis de drogas, se les preguntó a los médicos si podían asegurar que había sido una muerte por causa natural o no. La respuesta de los galenos fue negativa, por lo que el caso quedó registrado como “muerte dudosa”.

De inmediato, María Eugênia Vieira Martins, la mujer con quien se había unido hacía doce años, reclamó la custodia de Chicón. Luego de un breve pero resonante proceso judicial contra el abuelo del niño y padre de Cássia, logró al fin hacerlo desistir y Chicón, hasta la fecha, continúa a su lado. “Luego de morir Cássia, en ningún momento pude pensar siquiera en la posibilidad de quedarme sin mi hijo. Siempre creí que la Justicia brasileña, así como la sociedad que abiertamente me apoyó, sabría decidir teniendo en cuenta lo mejor para la criatura, reconociendo el afecto que nos unía y la familia que efectivamente formábamos. Tuve la ayuda incondicional de mis amigos, de la opinión pública, de artistas y políticos que se unieron a un movimiento de apoyo a nuestra causa. Finalmente, el 31 de octubre de 2002, el juez del segundo tribunal de Río de Janeiro me cedió la tutela definitiva de Francisco. Justo era el día del cumpleaños de Cássia.” Cuenta la misma María Eugênia en el libro Madres lesbianas, editado por la escritora Sara Espinosa Islas, y en el que en un reportaje realizado por Alejandra Sardá se describen, con pelos y señales, las peripecias del caso, que finalmente logra un destacado precedente de enorme valor jurídico para madres no biológicas, viudas de su pareja queer.

Si alguien le hubiera pedido su propio autorretrato, Cássia respondería con la frase incrustada como joya de último disco: “Soy fiera-soy bicho–soy ángel-soy mujer-soy mi madre-mi hija-mi hermana-mi amante. Pero soy mía-sólo mía y no de quien quisiera. Soy dios, soy tu diosa. Oh, mi amada. Oh, mi amor”...

Fernando Noy
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Judith Butler para principiantes


Judith Butler es la autora de uno de los libros más influyentes del pensamiento contemporáneo, El género en disputa. Feminismo y la subversión de la identidad, donde ya en los años noventa ponía en jaque la idea de que el sexo es algo natural mientras el género se construye socialmente. Sus trabajos filosóficos, complejos y muy difíciles de divulgar sin desvirtuar, han contribuido a construir lo que hoy se conoce como Teoría Queer y tuvieron un papel fundacional en el desarrollo del movimiento queer. Esta breve guía se detiene en puntos clave de su pensamiento.

1
Butler y su giro copernicano


Ese giro se produce en torno del género y marcó la evolución de las concepciones que se venían teniendo al respecto dentro del feminismo. Cuando en 1990 publica El género en disputa, las ideas se dividían a grandes rasgos entre las que entendían al género como la interpretación cultural del sexo y aquellas que insistían en la inevitabilidad de la diferencia sexual. Ambas presuponían que el “sexo”, entendido como un elemento tributario de una anatomía que no era cuestionada, era algo “natural”, que no dependía de las configuraciones sociohistóricas.

Butler plantea que el “sexo” entendido como la base material o natural del género, como un concepto sociológico o cultural, es el efecto de una concepción que se da dentro de un sistema social ya marcado por la normativa del género. En otras palabras, que la idea del “sexo” como algo natural se ha configurado dentro de la lógica del binarismo del género.

2
Judith en el principio de los movimientos queer


Este planteamiento, a partir del cual el sexo y el género son radicalmente desencializados, desestabilizó la categoría de “mujer” o “mujeres”, y obligó a la perspectiva feminista a reconcebir sus supuestos, y entender que “las mujeres”, más que un sujeto colectivo dado por hecho, era un significante político. Al mismo tiempo, esta aguda desencialización del género, la idea de que las normas de género funcionan como un dispositivo productor de subjetividad, sirvió de fundamento teórico y dio argumentos y herramientas a una serie de colectivos, catalogados como minorías sexuales, que también, junto a las mujeres, eran (y continúan siendo) excluidos, segregados, discriminados por esta normativa binaria del género. En este sentido, el giro copernicano de Butler ayudó mucho al impulso y la expansión de los movimientos queer, y también trans e intersex.

3
Y el sexo..., ¿dónde está?


La impronta de Michel Foucault, y en particular su trabajo en la Historia de la sexualidad, es evidente. Ahora bien, si en el caso de Foucault el dispositivo de la sexualidad no tiene en cuenta el género, para Butler es esencial. A partir de Butler el género ya no va a ser la expresión de un ser interior o la interpretación de un sexo que estaba ahí, antes del género. Como dice la autora, la estabilidad del género, que es la que vuelve inteligibles a los sujetos en el marco de la heteronormatividad, depende de una alineación entre sexo, género y sexualidad, una alineación ideal que en realidad es cuestionada de forma constante y falla permanentemente.

Es importante insistir en que Butler no quiere decir que el sexo no exista, sino que la idea de un “sexo natural” organizado en base a dos posiciones opuestas y complementarias es un dispositivo mediante el cual el género se ha estabilizado dentro de la matriz heterosexual que caracteriza a nuestras sociedades. Puesto en otros términos, no se trata de que el cuerpo no sea material, no se trata de negar la materia del cuerpo en pos de un constructivismo radical, simplemente se trata de insistir en que no hay acceso directo a esta materialidad del cuerpo si no es a través de un imaginario social: no se puede acceder a la “verdad” o a la “materia” del cuerpo sino a través de los discursos, las prácticas y normas.

4
El género como performance


Antes que una performance, el género sería performativo. Esta diferencia entre pensar al género como una performance y pensar en la dimensión preformativa del género no es trivial. Decir que el género es una performance no es del todo incorrecto, si por ello entendemos que el género es, en efecto, una actuación, un hacer, y no un atributo con el que contarían los sujetos aun antes de su “estar actuando”. Sin embargo, en la medida en que este performar o actuar el género no consiste en una actuación aislada, “un acto” que podamos separar y distinguir en su singular ocurrencia, la idea de performance puede resultar equívoca. Hablar de performatividad del género implica que el género es una actuación reiterada y obligatoria en función de unas normas sociales que nos exceden. La actuación que podamos encarnar con respecto al género estará signada siempre por un sistema de recompensas y castigos. La performatividad del género no es un hecho aislado de su contexto social, es una práctica social, una reiteración continuada y constante en la que la normativa de género se negocia. En la performatividad del género, el sujeto no es el dueño de su género, y no realiza simplemente la “performance” que más le satisface, sino que se ve obligado a “actuar” el género en función de una normativa genérica que promueve y legitima o sanciona y excluye. En esta tensión, la actuación del género que una deviene es el efecto de una negociación con esta normativa.

5
Poderes y políticas


Hablar de género es hablar de relaciones de poder. Hay que tener muy en cuenta que en esta negociación, el no encarnar el género de forma normativa o ideal supone arriesgar la propia posibilidad de ser aceptable para el otro, y no sólo esto, sino también, incluso, supone arriesgar la posibilidad de ser legible como sujeto pleno, o la posibilidad de ser real a los ojos de los otros, y aun más, supone en muchos casos arriesgar la propia vida. En este sentido, la oportunidad política a la que abren los señalamientos de Butler se debe a que si el género no existe por fuera de esta actuación, y las normas del género tampoco son algo distinto que la propia reiteración y actuación de esas mismas normas, esto quiere decir que ellas están siempre sujetas a la resignificación y a la renegociación, abiertas a la transformación social. Estas normas que son encarnadas por los sujetos pueden reproducirse de tal modo que la normas hegemónicas del género queden intactas. Pero también estas normas viven amenazadas por el hecho de que su repetición implique un tipo de actuación que pervierta, debilite o ponga en cuestión esas mismas normas, subvirtiéndolas y transformándolas. Esta inestabilidad constitutiva de las normas es una oportunidad política.

6
La aparición de la homosexualidad


En paralelo con otras autoras que también han revisado el hecho de que las ideas que conlleva el género han sido tributarias de la matriz heterosexual –como por ejemplo Monique Wittig, Adrienne Rich o Gayle Rubin– los planteamientos de Butler apuntan a señalar que los ideales de masculinidad y feminidad han sido configurados como presuntamente heterosexuales. Si desde el esquema freudiano, por ejemplo, se parte de la idea normativa de que la identificación (con un género) se opone y excluye la orientación del deseo (se deseará el género con el cual no nos identificamos) –identificarse como mujer implicaría que el deseo debería orientarse hacia la posición masculina, y viceversa–, Butler planteará que esto no es necesariamente así. (Este es el prejuicio que permite entender el hecho de que históricamente se haya pensado en la idea de que un hombre que desea a otros hombres tenderá a ser necesariamente afeminado, y lo mismo en el caso de las mujeres, que si desean lo femenino, esto deberá asociarse con la identificación con lo masculino)

7
La ley del deseo


Desde el punto de vista de Butler, deseo e identificación no tienen por qué ser mutuamente excluyentes. Y aún más, ni siquiera, ni tampoco, éstos tendrían por qué ser necesariamente unívocos. No hay ninguna razón esencial que justifique que una debe identificarse unívoca e inequívocamente con un género completa y totalmente. Asimismo, tampoco habría ninguna necesidad en que una deba orientar su deseo hacia un género u otro. Tal es el caso por ejemplo de la bisexualidad.

En tanto ideales a los que ningún sujeto puede acceder de forma absoluta, masculinidad y feminidad pueden ser –y de hecho son– distribuidos, encarnados, combinados y resignificados de formas contradictorias y complejas en cada sujeto. Y no hay encarnaciones o actuaciones de la feminidad o de la masculinidad que sean más auténticas que otras, ni más “verdaderas” que otras. Lo que habría, en todo caso, son formas de negociación de estos ideales más sedimentados, y por ende naturalizados o legitimados que otros, lo que consecuentemente los vuelve “más respetables” de acuerdo con un imaginario social que continúa siendo primordialmente heterocéntrico.

Leticia Sabsay
Socióloga (UBA) Doctora por la Universidad de Valencia. Sus temas de investigación abordan la articulación de los conceptos de género, subjetividad y ciudadanía en la teoría feminista contemporánea. Participò con Judith Butler en el dictado del Seminario de doctorado “Performatividad, género y teoría social: la revisión de la categoría de sujeto”, que tuvo lugar en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.


ENTREVISTA
La invención de la palabra


¿Cómo ve el devenir de la potencia de lo que usted llamó la “matriz heterosexual” en las últimas cinco décadas? ¿Qué cambios han ocurrido y a qué cree que se deben?

–Pienso que tenemos que asumir que “la matriz heterosexual” es una manera de intentar describir las cambiantes operaciones de la heterosexualidad hegemónica y obligatoria, y que esta “matriz” no tiene una única formulación. A veces, una construcción teórica como “matriz heterosexual” actúa como punto de partida para un análisis pero no es en sí misma descriptiva. Podríamos hablar sobre cambios producidos en las últimas cinco décadas dentro de ciertos contextos geopolíticos y seguramente notaremos que hay más espacio para otros modos de la sexualidad –gay, lesbiana, bisexual–, pero también tendríamos que advertir los nuevos métodos de normalización que emergieron en las mismas décadas. Lo que podría ser importante de considerar es la manera en que la separación entre reproducción y sexualidad es evidente para gente de cualquier orientación sexual. Aunque también habría que recordar que el funcionamiento de la matriz heterosexual no sólo impone heterosexualidad sino que también controla los términos del género. Por lo tanto, es importante también hacer un seguimiento de cómo los modos de presentación de las cuestiones de género ya no están vinculadas con la orientación sexual de manera clara o previsible. Hay, por supuesto, lugares en el globo donde es más difícil seguir el “progreso”, así que probablemente necesitemos desarrollar un mapa dinámico y complejo para ensayar y pensar más cuidadosamente cuándo y dónde opera la matriz heterosexual.

¿Cómo imagina un futuro donde la norma binaria se haya diluido?

–No es necesario imaginarse un futuro en este sentido porque la impugnación del sistema binario de géneros ya ha sucedido. De alguna manera, ha sucedido. El desafío es encontrar un mejor vocabulario para las maneras de vivir el género y la sexualidad que no encaje tan fácilmente en la norma binaria. De esta manera, el futuro está en el pasado y en el presente, pero necesitamos producir la palabra en la que la complejidad existente pueda ser reconocida y en donde el miedo a la marginación, patologización y la violencia sea radicalmente eliminado. Tal vez nuestra lucha sea menos para producir nuevas formulaciones del género que para construir un mundo en el que la gente pueda vivir y respirar dentro de la sexualidad y el género que ya viven.

¿Qué consecuencias políticas traen aparejadas estas nuevas perspectivas?

–Algunas son claras: la oposición en la calle a la violencia médica y policial contra la gente transgénero, la conformación de nuevas alianzas entre feministas, lesbianas, gays y bisexuales, queer, genderqueer, transgéneros, intersex; la despatoligización de la homosexualidad y la transexualidad dentro de los manuales y prácticas médicas, la producción de espacios culturales donde a través del arte es posible explorar las luchas y los placeres de estas vidas particulares, el desarrollo de formas de activismo basadas menos en una identidad estricta que en una forma de afiliación donde la diferencia tenga más valor que la superación de ésta.

¿Es posible adaptar su trabajo teórico, sobre todo el vinculado con los temas de género, a la vida cotidiana?

–Hay varias formas de responder esa pregunta. Mi primera respuesta es decir que el trabajo y el amor están relacionados, y con eso quiero decir que amo mi trabajo y que mi trabajo proviene en parte de reflexiones sobre las condiciones del amor. Pero más que eso, creo que el género tiene mucho que ver con las relaciones que mantenemos en la vida. No siempre es el aspecto más importante de toda relación, pero el género es una forma de relacionarse. Pienso que la gente, en todo el mundo, está confundida con el género, incluso cuando lo están disfrutando, así que miran los recursos culturales que tienen a su disposición para que estas cuestiones tengan sentido. La teoría académica es sólo un recurso entre otros.

Pero dado que usted teoriza sobre el amor, la sexualidad, el deseo y el género, ¿hay alguna forma de aplicar algunos de sus postulados?

–No pienso que la teoría deba ser aplicada. No se trata de un conjunto de prescripciones abstractas aplicables a la vida práctica. La teoría no te dice cómo hacer las cosas, pero abre posibilidades. En un mundo que constantemente cierra posibilidades, es importante abrirlas. Una vez, Nancy Fraser (filósofa feminista norteamericana) me preguntó cómo se podía distinguir entre las posibilidades que había que valorar y las que no. Ella quería una forma de medir normas. Pero yo creo que se trata de maximizar las posibilidades de vivir la vida, aunque ésta sea precaria. De todos modos, cuando la gente toma una teoría y luego hace su propio análisis sobre una práctica social determinada –algo que yo no podría hacer– es algo maravilloso. Porque esa teoría sale del contexto en el que fue creada y entra en otro y se convierte en algo diferente. Para mí, la teoría es un gesto insuficiente. Hay que retomarla en distintos contextos para que se convierta en algo diferente. Y recién cuando esto ocurre la teoría es exitosa.

¿Y entonces es posible dejar una marca en el mundo?

–Cuando estaba en la facultad, yo formaba parte de un emergente movimiento gay y lésbico (por entonces no existía lo “queer”) y era una feminista comprometida. Lo que no entendía era cómo iba a poder juntar todos estos mundos diferentes. Parecían separados y que habría riesgos si intentaba unirlos. Pero, de a poco, de alguna forma se unieron, y yo me encontré en una posición afortunada. No estoy segura de que, como persona, yo pueda hacer una diferencia. Pero formo parte de un movimiento de pensamiento más grande que ha hecho y hace una diferencia.

Usted apoyó a Obama antes de su elección. Hasta ahora, ¿está satisfecha con sus primeros meses en el gobierno?

–Es verdad que voté a Obama en las primarias demócratas y en la elección final, pero tenía algunas dudas sobre sus posiciones. Es un demócrata centrista y es importante saber que la “izquierda” consiste en movimientos sociales radicales que no siempre están bien representados por Obama o sus funcionarios. Mi esperanza es que surja una práctica de la crítica en la izquierda. Por supuesto que estamos aliviados ahora que Bush se fue y que Obama está en el poder. Pero hay que recordar que Obama nunca apoyó el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo y que tenía el poder para influenciar en la votación de California que anuló el matrimonio gay. Pero, por razones tácticas, eligió no hacer nada. Y estuvo dolorosamente callado durante el ataque a Gaza, incluso cuando debería ser claro para él que los judíos progresistas ahora están preparados para criticar la violencia del Estado israelí. También eligió en su gabinete a gente que es muy conocida por su misoginia y racismo, como Lawrence Summers (N. de la R: profesor en Harvard y director del Consejo Nacional Económico). Así que veamos cuán lejos está dispuesto a ir con respecto a las decisiones más difíciles. Debo decir que luego de sus primeros tres meses en el gobierno estoy más contenta de lo que había pensado. Cuando fue electo, me preocupaba que tanta gente estuviera enamorada de él y lo idealizara y que luego se decepcionara por completo o que “disculpara” sus numerosos compromisos con fuerzas más conservadoras. Pero creo que Obama hizo un buen trabajo al asegurarse de que la gente no lo viera como un Mesías. Ofrece esperanza, pero no redención, lo que para mí es un alivio. Ya veremos qué posición tomará su gobierno en cuanto al aborto. En mi opinión, ésta es una pregunta abierta.

¿Le resulta llamativo que en este momento se discuta en distintos lugares del mundo –con el apoyo de múltiples personalidades públicas– la legalización del matrimonio gay y que el aborto, a su vez, siga siendo un tema tabú o defendido sólo por grupos de mujeres militantes?

–Es importante considerar cómo el movimiento “pro-matrimonio” ha limpiado las relaciones homosexuales y neutralizado el radicalismo sexual. Ahora gira alrededor de imágenes de monogamia y propiedad. Y, sin embargo, la práctica del aborto es muchas veces presentada como una opción socialmente condenable o estigmatizada por la pérdida de status de clase. Así que me parece que necesitamos repensar el feminismo y los movimientos sexuales radicales para tomar en cuenta formas de filiación que no son conyugales y que no siempre se basan en derechos de propiedad. Y también habría que volver a aliar al movimiento gay y lésbico (y a los bisexuales) con el feminismo y la crítica de la opresión de clase. Mi temor es que en los Estados Unidos estemos aceptando los términos de la democracia liberal participativa en el sentido amplio del compromiso político. Por supuesto, quiero esa democracia, pero quiero que sigamos preguntándonos qué es lo que la democracia radical nos pide ahora.

¿Cómo ingresa el concepto de familia en esta historia? ¿Cree que se ha modificado?

–Creo que tenemos que distinguir “familia” de “parentesco”, pensando parentesco como ese grupo de personas de las que dependemos y que dependen de nosotros, una comunidad que participa de las mayores celebraciones y pérdidas de nuestras vidas. Creo que es un error restringir la idea de parentesco a la familia nuclear. Creo que todos necesitamos producir y sostener este tipo de comunidades. Demasiado peso emocional se deposita sobre la familia y la pareja, y encima estas instituciones deben abrirse a mundos más amplios. No es necesario estar unidos por la sangre o por el matrimonio para convertirse en esenciales unos para los otros. No solamente tenemos que imaginarnos más allá de estas maneras de relacionarnos sino también cómo podríamos vivir en ellas.

Informe: Milagros Belgrano Rawson.

Sebastián Freire
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viernes, 8 de mayo de 2009

Aráñame otra vez


Cuando se estrenó, en los años ’70, el cruce de un militante político y un homosexual que comparten celda en una cárcel argentina, y la poderosa historia de amor que transcurría ahí hasta desembocar en un beso entre dos hombres, produjo un impacto inimaginable hoy en día. Un impacto político, cultural y sexual. Treinta años después, ya convertida en musical, en película de Hollywood y en hito literario, Rubén Szuchmacher emprendió la tarea de volver a subir El beso de la mujer araña a un escenario. A una semana de su estreno, Humberto Tortonese habla de su regreso al teatro como Molina (junto a Martín Urbaneja como Valentín) y el propio Szuchmacher habla de cómo y por qué quiso “desmariconizar” la obra.

¿Me escuchás, me escuchás? Ay, no paro de hablar, dice Tortonese. Y es cierto. Empezó a las tres de la tarde, con el ensayo de El beso de la mujer araña, ahora son las nueve de la noche y está en medio de la entrevista, y sigue recordando, contando, gritando por momentos, riéndose, enojándose, habla rapidísimo. Antes de eso, dice, pasó todo el texto en su casa, un texto largo, difícil, donde él justamente habla y habla, cuenta películas, ovilla palabras, el tejido hermoso de ese personaje entrañable que es Molina, el gay encerrado en una celda a merced de su imaginación y otro hombre al que en su despliegue de historias atrapa, mete en su red rococó infalible de palabras de época. Tortonese es Molina en la versión de El beso de la mujer araña que se estrena pronto dirigida por Rubén Szuchmacher, la mujer araña es él ahora también, contando su historia, la de un actor que comenzó en los ’80 a hablar y no paró jamás. La señora sentada en la mesa contigua, cuando Tortonese se levanta para irse, lo detiene, le sonríe coqueta y le dice: “Te escuchaba hablar y pensaba, esa voz tan particular, esa voz...”, “tan reconocible”, completa el actor y sale del bar. Antes había contado lo cansado que estaba de escuchar su propia voz, relatando siempre la misma historia de los descontroles del Parakultural, una historia que se resignifica ahora, cuando él es el Molina que soñó Manuel Puig, el Molina Perfecto con su ropa de calle, una camisita de bambula violeta y su pelo largo lacio atado en un rodete bajo. Y todo sucede en el Teatro El Cubo, a apenas dos cuadras de la que fue la casa de Batato Barea, donde Tortonese vivió algunos de los mejores momentos de sus años salvajes.

Entonces dirá cosas como: “A veces me dicen Ay, yo también fui underground; y yo digo ¿Ah sí? No me acuerdo de vos”. Pero también dirá: “Con todos los parakulturales somos hermanos del alma”. De su dupla de oro con Urdapilleta: “Es como con las parejas, no duran para siempre y nosotros aguantamos bastante”. Y concluirá: “Los cambios en la vida los tenés que tener, puede ser mejor o peor que antes lo que hagas, pero seguir con lo mismo aburre”.

LO SERIO NO QUITA LO SOLEMNE

La escena es toda negra, con una bombita potente, una idea brillando colgada de un cable pelado como único detalle de color. La escena es amplia, no da la idea del típico cuartucho con que se representa una cárcel, sino de un lugar neutro, un paisaje mental donde dos seres antagónicos, míticos, un gay y un militante marxista, pasan las horas. Tortonese la recorre de punta a punta, cortando el aire con su cuerpo delgado como un bisturí, levanta los brazos para decir: “Tenía un peinado alto. Muy alto. Esos que se hacen las mujeres cuando van a vivir un momento importante”. Tiene los ojos perdidos, como si la nuca o los dientes de esa mujer pantera que describe estuvieran revoloteando a su alrededor, o como si hubiera algo realmente metafísico en un peinado banana. La seriedad de la escena es la misma del proyecto, algo que a Tortonese lo fascina y aterroriza a la vez.

Cuenta que cuando le dieron el texto, lo leyó de un tirón, sentado sin moverse en un silloncito de su casa; pero que después, “cuando empezamos a ensayar, me di cuenta de lo difícil que era. Tenés que estar muy concentrado, meterte, por momentos me encanta y me meto mucho, pero yo no estoy acostumbrado a hacer este tipo de obra, tan, entre comillas, seria-seria, con tantos pies y diálogos y todo. La voz humana, la obra que hice antes, tenía algo de seriedad pero también un poco de grotesco mío, que me dejaba llevar, y con esta dije ‘Bueno, vamos a ver qué pasa’. Y fue mucho más difícil de lo que pensaba. Más allá del texto, por momentos yo decía: ¿Qué estoy haciendo, no será demasiado solemne esto?’”, se ríe y sigue: “Porque de estas cosas yo en un momento me burlo viste, de la solemnidad, pero bueno, los ensayos siguieron, fui entrando y entrando. Y ahora ya estoy adentro”.

Y viéndolo actuar, observar enamorado e inmóvil a su deforme media naranja Valentín, no cabe duda de que lo está. Pero hubo otras cosas en el medio, cosas que lo hicieron zambullirse, cosas como fanatizarse con las películas que se cuentan en la obra, fanatizarse con Puig, comprender la encendida traducción que del cine a la literatura hizo el escritor, la misma que él ahora hace de la literatura al teatro: “Cuando ves las películas La mujer pantera, de Jacques Tourner, y su continuación, hermosas, esa cosa de época, blanco y negro, ves el delirio de Puig que hay en eso, en lo que él cuenta y pasa realmente y lo que no, en las cosas en que Puig se va para otro lado, y decís qué genial, cómo este hombre ha hecho de una película, una maravilla”.

Y justo lo más interesante, la maravilla de la versión de Szuchmacher, y de la particular encarnadura que hace Tortonese de Molina es ese temple, mostrar la ternura de un personaje que se ha representado con grandilocuencia, el William Hurt superlativamente gay en batas vaporosas, de la película de Babenco, más aún conociéndolo a Tortonese y su tendencia natural al desborde. Resulta raro verlo tan lavado, haciendo el gay naturalista, dejando aparecer así los matices que quedaban oscurecidos en otras versiones, llenas de vibrato.

LOS ’70 NO FUERON LOS ’80, PERO...

En la escena hay también tres productores distintos que entran y salen, un cuidado excesivo por los detalles, silencio en la sala que se cuida con recelo, un ensayo que no puede ser presenciado por nadie ajeno a la producción. Y lo que sorprende a Tortonese es esa forma, hacer una obra que no haya salido de un proyecto de amigos, como las que hizo con Alberto Ure, o con Urdapilleta y Batato Barea. Tortonese hará radio y televisión de éxito, compartirá podio con las divas mediáticas del momento, pero aun así el teatro es el lugar más cercano a su corazón y le sorprende no poder desbordarse así como así: “Había algo en las obras que hice que salían más naturalmente. Con Batato y Urdapilleta, ésa era la forma que teníamos de hacer las cosas, decir: Bueno ¿qué hay? Pongamos esta música, leamos tal poema. Este es otro tipo de teatro para el que yo ahora estoy un poco más preparado, en otro momento creo que no hubiese agarrado, no hubiese tenido la concentración necesaria. En todas mis obras tomaba alcohol, por ejemplo, porque decía: bueno, me relajo, pero para ésta me da un poco de miedo, digo ¡a ver si me chupo y me olvido la obra, me quedo en blanco!”.

Pero todo lo anterior existió, y de algún modo sigue estando ahora. Da la sensación de que Molina sería algo así como el hermano mayor de Tortonese. Es que él empezó a teatrear a comienzos de los ’80, con la dictadura aún tibia en el recuerdo de quienes la vivieron, pero con ese deseo de libertad ciega, loca, poética de la que justamente él y Batato y Urdapilleta serían los más perfectos representantes. Forzado a pensar en el asunto, dice: “Y, en el Parakultural había una cuestión política, sí, pero no en lo que hacíamos nosotros, no era esto de la militancia, uno estaba en desconchar, en vestirse de mujer y decir un poema y todas esas cosas que eran políticas, pero desde otro lado. En ese momento era una cuestión de libertad. Cuando vos ves la libertad, en cualquier época que estés, la querés vivir. Podés tener la consecuencia que hubo en la época del Proceso, que los que vivieron con libertad murieron. Por suerte terminó, porque con lo que yo viví después, hubiera sido un desaparecido. O me salvaba porque me iba”.

Y entonces lo que perdura es esa catarata de palabras que no se detuvo nunca, su decir inexacto, incompleto, pero vertiginoso, escatológico y brillante, ingenioso, que se escucha y se destaca en la radio, o en la tele, que repitió los lamentos de Jean Cocteau y que se inauguró con los poemas que le enseñaron Batato y Urdapilleta. “La poesía siempre me encantó, yo leía. Pero cuando me encontré con ellos dos, me encontré con dos seres poéticos. Totalmente distintos. Urdapilleta más intenso, dramático y Batato una espuma. Pero los dos con poesía adentro.” Tortonese da entonces la mejor definición de Marosa di Giorgio o la mejor explicación de su arribo al teatro porteño: “Batato nos hizo conocer a Marosa di Giorgio, que era una poeta... loca, que era lo que uno era en ese momento, lo que uno quería actuar, entendíamos perfectamente esa locura. Ese poema del muchacho que termina de almorzar y se escarba los dientes en la ventana, el pajarito arroja excremento y cáscara de alpiste, yo no encuentro muy grato escarbarse los dientes, pero el muchacho lo hace y tiene esas nalgas de seductor, que me pierdo y lo amo. Yo digo ese poema ¡y me acuerdo de Batato! Porque Batato lo decía y era fantástico. Era eso: la mezcla de una señora con un chongo fuerte y todo escrito de una manera y desde una cabeza poética increíble como es Marosa”.

Y Humberto Tortonese es ahora Molina, en El Cubo, a dos cuadras de la casa de Batato. Alguien a quien recuerda así: “Era un ser muy luminoso, único, esas personas que valorás de por vida. Por eso perduran, porque tienen esa luz y tuvieron un impulso de cambiar las cosas, de protestar, de decir qué es el teatro serio. Yo creo que Batato está acá y me ve hacer esta obra y me mata. Me dice salí de acá, y me saca y yo me voy con él”.


> RUBEN SZUCHMACHER HABLA DE SU PUESTA
Por el amor o por la revolución

Szuchmacher viene de poner en escena a Máximo Gorki, a Arthur Miller, nombres que se escriben con mayúscula en la historia del teatro, nombres del realismo y sobre todo de un cierto clasicismo. No importa. Szuchmacher siempre logra hacer hablar a aquello que parecía enmudecido por el tiempo, puede hacer una maravilla con el Brecht más Brecht o con la pieza más ploma del realismo soviético. Y de pronto, llega a las manos de este director errático, cambiante, un texto de Manuel Puig, un escritor supuestamente no teatral que también hizo teatro. Pronto editorial Entropía va a editar el Teatro completo del escritor y uno podría preguntarse dónde se ubicará ese librote. En los anaqueles de qué, si en los de teatro o junto con sus novelas, porque Puig está más solo que un perro de playa en el teatro, es un autor que no se piensa como teatral, sino como un extranjero tanteando un territorio. Bien por él y lástima por la academia que se pierde tratar de entender, o simplemente disfrutar a Puig que sí es o también es–, pero ¡lo es!– un dramaturgo. Es más: El beso de la mujer araña es desde su primer momento, desde que era una novela y aún nadie la había adaptado, una obra de teatro. Con sus diálogos, con sus personajes antagónicos forzados a mirarse las caras todo el tiempo, y hasta con sus injertos teóricos explicativos y psicoanalíticos, es más teatro contemporáneo que ninguna otra cosa.

Szuchmacher cuenta que su mayor objetivo para la puesta fue “desmariconizar” a Puig. Un trabajo difícil, casi titánico, digno de su ojo y su mano expertos, porque hay que tener en cuenta que esta obra fue y sigue siendo víctima de un mal que Szuchmacher denomina la venganza de Hollywood. Dice: “Sucedió que a esta obra se le ha sobreimpuesto la película de Héctor Babenco que Puig odió, súper hollywoodense, con un William Hurt exagerado que todo el tiempo actúa como diciendo ‘ojo que yo no soy puto’, y la marcó por completo, hizo un proceso a la inversa. Sacarle el contenido maricón era muy complicado”. Trabajar en contra de esa imagen fue la apuesta de Szuchmacher en su abordaje de Puig, y lo hace al despojar al personaje de Molina de aquellas cualidades de mariquita tan subrayadas en las versiones anteriores, y al emparejar las edades de los personajes. Si bien en el texto se da a entender que Molina es un poco mayor que Valentín, el director prefirió que el militante estuviera encarnado por un actor que pareciera de la misma edad que su compañero. El elegido fue Martín Urbaneja, un actor del off con una carrera prominente. Molina y Valentín se convierten entonces en una pareja posible, se alejan de la trillada idea de pareja de marica viejo-chongo joven, abandonan ese lugar común para convertirse en dos que se fusionan en esta puesta, hacia un lugar mucho más inquietante.

La obra consigue volver a un Puig originario. Nos permite escuchar las palabras, lo que aun resuena fuerte, lo tramposo de un texto que parece reproducir formas de habla cotidianas, pero que en realidad inventa un lenguaje lleno de arcaísmos y poesía. No hay costumbrismo en El beso de la mujer araña, sino todo lo contrario: extrañeza, una oralidad inventada, que se aferra a modelos del pasado para reírse, para hacer con ellos otra cosa, bricolage pop, cinefilia emocionante, telenovela burlesca. Lo que hay es un encuentro de discursos de época, el del militante y el del gay, que construyen algo demodé, algo hermosamente “fechado”. Estamos hablando de una obra donde al final hay un beso entre dos hombres, una imagen emblemática, que tuvo un impacto a fines de los ‘70 difícilmente traducible al día de hoy. Aunque, como dice Szuchmacher: “Ese beso no está planteado de manera escandalosa, sino que va de costado hacia ese lugar. Pero ver en ese momento a dos hombres besarse no es verlos hoy. Hoy es algo irrelevante”.

Pero desmariconizar no es borrar las marcas de sexualidad de la obra, sino acentuar ese encuentro singular, forzado pero interesante, ese amor diferente e incierto. Szuchmacher da una idea clave: “Toda la obra es sobre si alguien es capaz de hacer algo por otro, sin pedir nada a cambio. Puig escribió eso. Si uno escucha correctamente la obra, escucha eso”. Y ahí es donde El beso de la mujer araña, la imagen mental que se crea cuando uno lee la novela o la imagen real cuando uno ve a Tortonese-Urbaneja arriba del escenario, sigue hablándole al presente: “Molina ayudándolo a limpiar la caca al otro. ¿Cómo a Puig se le ocurre esa escena tan increíble? Que alguien se cague en el escenario. Esa es la situación más ominosa que le puede pasar a una persona. Y si uno va y ayuda al otro en ese momento es el acto de amor más grande. Todo el sistema de traición que hay en la obra parece importante, pero en el fondo no lo es. Finalmente son dos personas haciendo algo sin esperar nada a cambio. Por el amor o por la revolución, son dos personas que se resisten a la traición”.

Molina y Valentín se resisten al paso del tiempo.


9 de mayo de 1981
Querida familia:
Ayer me llegó la carta del lunes, con los datos de Erté, ya ahora puedo accionar. Buenísimas noticias de Madrid, el estreno final para la crítica fue extraordinario de aplausos, etc., la reacción del público es fuertísima, se ríen mucho y al final lloran bárbaramente, eso les hace calcular que con buenas o malas críticas (como en toda Europa, las críticas españolas no salen hasta después de unos días) será éxito de locura, calculan de dos a tres años en cartel. Me llamó el mismo Martín (Pepe Martín, uno de los protagonistas de la obra), desde la casa, horas en el teléfono de la alegría, dice que después de saludar al director (que ya se traía el libro en el bolsillo) pidió un alto en los aplausos al público, colocó al libro en una mesita del decorado como indicando al autor y ahí se vino abajo el teatro de aplausos y ovaciones, se empezaron a parar las personas y todos aplaudieron de pie, una locura. Así que mejor imposible.

Esta carta de Puig a su familia a propósito del estreno de la puesta de El beso de la mujer araña en Madrid está incluida en Manuel Puig, Querida familia Tomo 2 Cartas americanas. Nueva York Río (1963-1983) (Editorial Entropía).

Las funciones de El beso de la mujer araña se realizarán los jueves a las 21 hs., y los viernes y a sábados a las 20, en El Cubo, Zelaya 3053. Entradas desde $ 60.

Mercedes Halfon
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domingo, 3 de mayo de 2009

Susana Guzner



Elegí nacer en la ciudad de La Plata, Argentina un 18 de octubre de 1944. A consecuencia del asesinato de mi única hermana, Ana, a manos de la execrable Triple A - escuadrones de la muerte creados y gestionados por la entonces presidenta Isabel Perón -, y ante las amenazas a mi propia vida, En 1976 me vi forzada a exiliarme en Madrid y posteriormente en Las Palmas de Gran Canaria. En la actualidad alterno mi residencia entre España y Argentina.

Soy licenciada en Magisterio y Psicología Clínica y he estudiado periodismo, Antropología Cultural, idiomas, música y canto coral, fotografía y Bellas Artes.

Mi trayectoria laboral es intensa y multifacética. Además de un buen número de trabajos esporádicos y heterogéneos, en el campo de la docencia he ejercido como maestra de enseñanza primaria; profesora de Psicología e Historia de la Educación en Secundaria y Catedrática de Psicología Evolutiva II en la Universidad de La Plata.

Durante un largo período ejercí como Psicóloga de publicidad para diversas empresas públicas y privadas, simultaneando esta actividad con la de articulista de opinión y crítica ( Revista Mujeres, Revista Internacional de Arte Lápiz, Época, El Faro de Vigo, Medios de Comunicación Social, Amigos del Teatro del Teatro Juan Bravo de Segovia ), etc.

He colaborado como guionista en TV Española y diversos canales autonómicos, creando sketches y guiones para teatro y televisión, siempre con la mujer como protagonista. Actualmente colaboro para diferentes medios y portales internacionales de Internet.

Mi novela La insensata geometría del amor (Plaza & Janés, España, 2001) está traducida a varios idiomas y según la macroencuesta realizada por una empresa estadounidense entre miles de lectorxs hispanohablantes, ha sido considerada como la mejor novela contemporánea de temática lésbica en lengua castellana.

OBRA

Dos orillas: voces en la narrativa lésbica

Por iniciativa del Grup ELLES de Barcelona, veinte autoras abordan las distintas aristas del universo lésbico. Cuento, relato y prosa poética
se reúnen en este tomo que, de orilla a orilla de España y América, ofrecen un panorama de su mejor literatura. Los royalties de venta
estarán destinados a proyectos de Cooperación Internacional con la población lesbiana más desfavorecida.Coordinada por Minerva Salado, escriben, además de Susana Guzner. Sonia Rivero Valdés, Hellen Dixon, Odette Alonso, Mª Concepción Regueiro, Patricia Toledo y otras reconocidas autoras.

Aquí pasa algo raro

Aurora Barragán, una ejecutiva madrileña, viaja a Las Palmas de Gran Canaria en busca de un merecido descanso. Mujer de carácter equilibrado, impávida y racional, a raíz de un cúmulo de insólitos errores es reconocida como una de las suyas por los integrantes de una mafia internacional buscada por la Interpol. A consecuencia de esta fatídica confusión de identidades, la pacífica Aurora se verá envuelta en una vorágine de acontecimientos rocambolescos que llegarán a poner en peligro su propia vida.

Aquí pasa algo raro es una obra para todos los públicos, en la que conviven géneros raramente emparentados: la novela negra de riguroso planteamiento y la novela de humor coral, con personajes variopintos de diversas nacionalidades y objetivos. La acción es trepidante, las situaciones decididamente cómicas se suceden y la narración posee un estilo fluido, ágil y directo que engancha tanto por la solidez de la historia y su intrincada trama de misterio como por los momentos hilarantes que se suceden sin tregua.

No solo duelen los golpes

No sólo duelen los golpes: Palabras contra la violencia de género es una obra colectiva donde un grupo de escritoras y periodistas se han unido por primera vez para rendir tributo a las mujeres víctimas de la violencia de género.

Aportan sus textos, además de Susana Guzner, Isabel Coixet, Ángeles Caso, Rosa Montero, Soledad Puértolas, Rosa Regàs, Cristina López Schlichting, Elena Pita, Marta Sanz, Ana Rosetti, Mariló Montero, Espido Freire, Mª JesúsÁlava Reyes, Pilar Adón, Isabel Franc, Sara Rosemberg, Mara Torres, Lola Robles, Remedios Zafra, Brigitte Terrasson, Cristina Peri Rossi, Laura Freixas y Ruth Toledano.

Que suenen las olas

Obra colectiva de relatos de mujeres que escriben en Marruecos y en Canarias.
Coordinada por Teresa Iturriaga Osa y Leila Chafai.

Detectives BAM

Desde pequeña Pepa Alonso fantaseaba con ser detective y su sueño se ha convertido en realidad. Pero lo que nunca imaginó es que en el caso más difícil de su carrera su propia biografía sería la protagonista. Detectives BAM es una obra sagazmente concebida tanto para subir a un escenario como para ser leída como una novela, y en ella Susana Guzner nos propone con refinada sutileza un divertimento satírico y mordaz por el cual desfilan personajes reales junto a otros míticos del imaginario colectivo, especialmente del femenino. Sus continuas situaciones irónicas de ritmo trepidante nos transportan a una celerado comix visual donde se entremezclan sin pausa los golpes de efecto inesperados, la música, los cambios constantes de luces y desplazamientos y una logradísima atmósfera que oscila entre el absurdo y lo probable. A no dudarlo, Detectives BAM es una originalísima propuesta que rompe moldes y donde la reflexión y el regocijo nos muestran su mejor rostro.

La insensata geometría del amor

Tras una breve temporada en Italia, María planea regresar a Madrid, donde reside. Pero en el aeropuerto de Roma su mundo será sacudido cuando conozca a Eva, una bella y enigmática mujer que termina fascinándola. Ambas se ven obligadas a retrasar su vuelo a raíz de una amenaza de atentado en Fiumicino. Este hecho fortuito hará que emprendan un viaje de Roma a Venecia mientras se descubren la una a la otra.

Este es el inicio de una apasionante historia de amor entre dos mujeres, retratada de manera sutil y jalonada de escenas memorables.

A través de sus protagonistas, Guzner nos muestra las primeras luces de la seducción y los claroscuros de una pasión desbordante, plena de sensualidad, dudas, ironía, desencuentros y complicidad.

Punto y Aparte

No es una aseveración gratuita afirmar que en la literatura de temática lésbica hay un antes y un después de Susana Guzner. Su fulgurante irrupción en el panorama literario hispanohablante con la exquisita novela La insensata geometría del amor – de inminente traducción a varios idiomas - ha puesto muy alto el listón del buen quehacer literario. Así lo confirma la multitud de lectoras y lectores que han consagrado a “ la Insensata…” como “libro de culto” y punto de referencia indispensable en el cualquier polémica sobre la lesbianidad y sus lenguajes propios.

Tras una pausa que a su público le ha parecido demasiado larga, la autora vuelve a sorprendernos abordando el relato – género que suma vertiginosamente adeptos en todo el mundo -, y nos propone un sugestivo abanico de historias de diferentes registros y estilos - la elegía, la novela corta, el paso teatral, la epístola, el diario, etc. -, adecuando con su maestría habitual la sintonía del lenguaje a cada una de las narraciones. En sus palabras, “son los argumentos quienes deciden cómo desean ser escritos, yo me limito a escucharles y a “envasarlos” según sus exigencias”.

Punto y Aparte es un apasionante y apasionado paseo multifacético que nos conduce a través de un laberinto de sensaciones. La sutil tela de araña que urde su autora atrapa desde las primeras líneas y nos enternecemos o emocionamos, criticamos y reímos, nos enfadamos, reflexionamos, nos divertimos y disfrutamos al son que dicta su batuta.

Guzner es de esas escritoras que poseen el don innato de la seducción. Su aguzada capacidad de observación le permite regalarnos retratos psicológicos tan verosímiles como profundos y darles vida con esa manera aparentemente sencilla de trasmitir vivencias, ambientes, lenguajes y situaciones con un estilo elegante, inteligente y creativo que induce a una inmediata y honda complicidad.

Tan potente es la identificación emocional con su escritura que las fronteras físicas entre el libro y quienes lo leemos parecen desvanecerse y pronto nos convertimos en arte y parte de sus historias.

Advertencia sobre el uso de este libro: si se dispone a leer Punto y aparte asegúrese antes de que podrá dedicarle su tiempo en exclusiva. Con toda certeza le será imposible sustraerse a la fascinación de sus narraciones y es muy probable que retome una y otra vez su lectura. Si esto sucede tómelo como un fenómeno normal, aunque suele dejar secuelas. Altamente positivas, claro está.

72 Juegos para jugar con el espacio y el tiempo


72 juegos para jugar con el espacio y el tiempo es una propuesta lúdica con juegos sencillos y divertidos, fácilmente realizables en el aula o en cualquier otro ámbito, utilizando objetos cotidianos y al alcance de cualquiera y específicamente concebidos para ahondar en el conocimiento, manejo y dominio pleno de nociones tan abstractas como el Espacio y el Tiempo.

Ambos son conceptos polisémicos que las criaturas irán desentrañando en el transcurso de su desarrollo evolutivo. El ser humano es, en sí mismo, una entidad espaciotemporal cuya vida transcurre regida por el tiempo y el espacio. He enfocado el tema de la sensibilización al espacio desde una triple aproximación, y los divertimentos que sugiero están pensados para trabajar tres áreas básicas: el propio cuerpo y los objetos en el espacio: reconocimiento y profundización de relaciones; el espacio personal: análisis y exploración del espacio vivencial o existencial; el yo y su entorno: conocimiento y adaptación al espacio de convivencia.

En cuanto al tiempo, mis propuestas van dirigidas a profundizar en la comprensión del mismo tanto a nivel social - reloj, almanaque y otras convenciones - como a nivel personal, esto es, la percepción de los tiempos personales, su valoración,
retentiva, observación, utilización, memorización y apego a los mismos.

Habida cuenta del resonante suceso obtenido por La insensata geometría del amor desde su primer lanzamiento, la editorial Punto de Lectura (México), publica una tercera edición de esta novela de culto traducida a varios idiomas.

Punto de Lectura, México, 2009 ISBN: 978-607-11-0161-7

Tras una breve temporada en Italia, María planea regresar a Madrid, donde reside. Pero en el aeropuerto de Roma su mundo será sacudido cuando conozca a Eva, una bella y enigmática mujer que termina fascinándola. Ambas se ven obligadas a retrasar su vuelo a raíz de una amenaza de atentado en Fiumicino. Este hecho fortuito hará que emprendan un viaje de Roma a Venecia mientras se descubren la una a la otra.
Este es el inicio de una apasionante historia de amor entre dos mujeres, retratada de manera sutil y jalonada de escenas memorables. A través de sus protagonistas, Guzner nos muestra las primeras luces de la seducción y los claroscuros de una pasión desbordante, plena de sensualidad, dudas, ironía, desencuentros y complicidad.

“Una novela que te lleva por su lectura como quien navega velozmente por un río, con una historia a veces tierna, a veces desgarrada, por momentos desternillante y, en su conjunto, caliente y agitada como la vida”.
Rosa Montero, periodista y escritora

“Una novela plena de intriga, inteligencia, emoción e ingenio, escrita con notable agilidad y situada en un Madrid contemporáneo, donde los personajes secundarios se encargan de retratar un estilo, el actual, y una época cargados de contradicciones, incertidumbres y dudas. De una extraordinaria verosimilitud, posee diálogos plenos de vivacidad que enganchan por la credibilidad psicológica de los personajes tanto como por la hondura de los sentimientos”.
Cristina Peri Rossi, poeta, narradora y ensayista


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