sábado, 3 de enero de 2009

Opus lo hizo de nuevo


Si algo hay que reconocerle a Benedicto XVI es su pasión por recrear los argumentos teológicos para convertir los prejuicios en cuestiones de dogma. El Papa, para decirlo en criollo, da letra –lo hizo otra vez en el mensaje navideño a sus amigos curas– y despeja dudas que podrían tener lugar en las almas sensibles que también integran su prole. Ratzinger tiene para todos una armadura de doctrina romana aggiornada al punto que hasta en la escuela se puede entender y usar: se trata de ecología. De ecología humana, hermanos y hermanas. Como la selva tropical, “el hombre” está en peligro y ha llegado a ese límite por su propia mano: por consentir que existan “autoemancipados de la obra de Dios que se dirigen a la destrucción por desoír el lenguaje de la creación”. ¿Y cuál sería este diseño, este lenguaje, que está siendo desafiado? El haber nacido hombres y mujeres, sólo eso, nada más que eso. No dice macho y hembra, y no por corrección política, sino porque es hora de advertir sobre eso que se llama “género” (gender, en el discurso original), ese concepto que alimentó el feminismo y que peligrosamente para la obra de Dios –según este antiguo responsable del tribunal heredero de las funciones de la Inquisición– entiende que ser hombre y ser mujer no es un hecho biológico sino cultural. Sólo Dios, dice Benedicto, y si no, la destrucción, la grieta abierta en el frágil equilibrio ecológico de la humanidad, obra de Dios (por si quedaban dudas). Así que, basta de paparruchadas, traduzcamos al Papa: pito es hombre, concha es mujer. Y a quien no respete este orden la doble destrucción de sí mismo y de la suprema obra creadora. Queda así abierta la puerta para manifestar el odio, la repulsión y la venganza. Travestis, transexuales, transgéneros: si son segregadxs no se quejen, son ustedes quienes atentan contra el equilibrio humano y no se puede permitir que arrastren al resto a la destrucción. Queda en ustedes arrepentirse y no convertirse en punta de lanza de quienes pretenden un orden nuevo, o ninguno; una ecología que no sea del “hombre” sino humana. Es palabra de Benedicto, que sigue superándose a sí mismo. No quieran imaginar lo que se viene para Año Nuevo, porque total, las campanas siempre doblan por nosotrxs.

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