jueves, 24 de noviembre de 2005

Instrucciones del Vaticano para no admitir a sacerdotes gays


¿Creés en Dios, sos varón y te gustan los hombres? ¿Tenés tendencia a mirar anatomías masculinas? ¿Alguna vez tuviste alguna experiencia, aunque de costado, con eso que se llama homosexualidad? ¿Sentís una profunda identificación con la cultura gay? Pues, por más religioso, católico, apostólico o romano que seas; por más que jures que no pecarás junto a un prójimo de tu mismo sexo, no podrás consagrarte al sacerdocio. A menos que pienses ocultar bajo la sotana aquello que ahora prohibió explícitamente a través un documento vaticano el propio papa Benedicto XVI. “La Iglesia, en el más profundo respeto de esas personas, no puede admitir al seminario y a las Ordenes Sagradas a aquellos que practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente radicadas y apoyan la llamada cultura gay”, afirma el documento. Desde la Comunidad Homosexual Argentina, Marcelo Suntheim criticó: “En esta oportunidad dan el mismo trato a los gays hacia adentro que el que dan hacia afuera coartando cualquier iniciativa que nos otorgue derechos”.
Hace algunos meses que en los pasillos del Vaticano se conoce el documento divulgado recién ayer por la agencia católica Adista. El papa Benedicto lo aprobó el 31 de agosto pasado. Preparado especialmente para la Congregación de la Educación Católica, será presentado en sociedad oficialmente el próximo 29 de noviembre. Ayer rodó por el mundo: se trata de la primer instrucción concreta en torno a cómo filtrar a los seminaristas que muestren tendencias homosexuales en las puertas del sacerdocio. Son cinco páginas tituladas “Sobre los criterios de discernimiento vocacional de las personas con tendencias homosexuales en vista a su admisión al seminario y a las Ordenes Sagradas”. Están firmadas por el prefecto de la congregación, el cardenal Zenon Grocholennwski, el pasado 4 de noviembre, cuando el Papa ya había dado su OK al texto.
“Madurez afectiva y paternidad espiritual” se llama el primer capítulo del documento. Es el punto de base para luego argumentar contra la homosexualidad en los ingresantes al seminario. En la Iglesia, el sacerdote representa sacramentalmente a Cristo y debe entregarse al servicio de la Iglesia y de la caridad pastoral: por eso “debe alcanzar la madurez afectiva, que le haga mantener una correcta relación con hombres y mujeres”. Así, se va previendo que un gay podría no mantener semejante corrección, ya que no lograría tal madurez.
En el capítulo dos se precisa la distinción que hace el Catecismo entre “actos homosexuales” y “tendencias homosexuales”. Los actos serían pecados graves, intrínsecamente inmorales y contrarios a la ley natural. “Por ello, no pueden ser aprobados en caso alguno.” Aclara entonces que las tendencias homosexuales “profundamente radicadas que se manifiestan en un cierto número de hombres y mujeres” son consideradas “desordenadas”, pero dice que tienen que ser acogidas con respeto y delicadeza y no ser objeto de “injusta discriminación”. Es esa tendencia la que es combatida: “Obstaculiza gravemente una correcta relación con hombres y mujeres”, advierte el Vaticano.
La Iglesia habla del “discernimiento de la idoneidad” de los candidatos al seminario: algo así como un testeo sobre la condición gay. En la traducción vaticana se trata de “verificar la madurez afectiva y tener un juicio moralmente cierto sobre sus cualidades”. Aunque marcan una diferencia: si el joven seminarista manifestara tendencias homosexuales “que sólo son la expresión de un problema transitorio”, como por ejemplo una “adolescencia inacabada”, esas tendencias deben haber sido superadas “por lo menos tres años antes de la ordenación diaconal”.
Página/12 consultó al obispo de Rafaela, Carlos Franzini, presidente de la Comision de Ministerio del Episcopado –máxima autoridad de los seminarios argentinos–, quien prefirió tener el documento en la mano antes de opinar. Y al mismo tiempo dos sacerdotes porteños apuntaron que no resulta demasiado novedosa la instrucción de Ratzinger. “Hace diez años una autoridad de los jesuitas en carta privada a los directores de seminarios distinguía siete tipos variables de homosexualidad, siete niveles identificables. Desde un tipo que le gusta hacerle ojitos a otro, a besar por besar a otro estudiante, que serían cosas menores. Este intento no es nuevo, pero habría que hablar con los teólogos morales. Lo cierto es que en la Iglesia hay y ha habido siempre homosexuales”, le dijo un cura a este diario. “Estaría de acuerdo que se prohíba el ingreso a los perversos, que violen niños o niñas. Lo real es que la mayoría, si tiene una práctica homosexual, la tiene escondida, lo mismo que si tiene una practica hetero. A menos que sea con gente del mismo palo”, dijo otro sacerdote. “Sería interesante saber si los curas homosexuales se van a poder ordenar obispos”, lanzó, irónico.
Marcelo Suntheim, secretario de la CHA, considera que “también hay que entender que es una respuesta torpe de la institución vaticana al incontrolable problema que significa la represion sexual que se impone a los curas. Incurren en abusos como parte de la descompensación que significa la abstinencia sexual”. A Suntheim tampoco lo sorprende la declaración: “Es parte de una estrategia más global de depuración hacia adentro, para sostener la de afuera. Como no nos sorprende que la Iglesia no haya dicho nada sobre los skinheads con esvástiscas protegiendo un símbolo muy propio como la iglesia” en la marcha gay del último sábado cuando católicos de ultraderecha atacaron a los manifestantes.

Cristian Alarcón
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